
Explícame ecuatoriano de bien en qué momento perdimos el norte, cuándo fue que permitimos que un delincuente adquiera el poder de amenazar al resto con sus vendettas personales sin que autoridad alguna proceda a callarlo ni sancionarlo, en qué momento se institucionalizó el lleve, el chantaje, la amenaza y el abuso como forma de hacer política.
Explícame por favor por qué la política dejó de ser una de las actividades superiores del ser humano para convertirse en una guarida de aventureros sedientos de dinero y prebendas, en qué momento la prepotencia se ubicó sobre la ley, en qué circunstancia «poner orden» se convirtió en un pretexto para el abuso sistemático de unos en perjuicio de otros, no para impartir justicia sino para tomar revancha y que una recua de ignorantes pretendan apabullar a todos los que no piensan como ellos, busquen despojarles de su vida y pertenencias en nombre de una «justicia social» basada en el robo y abuso que condenan.
Una doctrina de odio y revanchismo es la premisa de quienes son incapaces de encontrar mérito alguno en todas las ejecutorias que no les pertenecen, tratan de torcer la historia en su beneficio, camuflan las más bajas pasiones con discursos de idealismo mientras solapan la violencia, la delincuencia y el crimen porque les conviene mantener el caos.
La indolencia de las autoridades es el corolario de una actitud persistente de desidia y complicidad con el relajo que les permite perpetuarse en roles que usurpan y avergüenzan, pero de los que extraen pingües ganancias.
¡Qué vergüenza para el país que una minoría reaccionaria, abusiva y rastrera se haya enquistado en los poderes del Estado para conspirar contra el régimen establecido, manipular la información, emitir sentencias y recursos que ofenden a la lógica y crean zozobra!
Son los practicantes de la ley del embudo, que exigen resultados al resto pero no sacrifican nada, disponen de la abundancia pero jamás colaboran en la penuria. Reformadores de boca para afuera, se les acaba la ecología el día qué hay que llenar el tanque del auto sin subsidios, se les termina el altruismo cuando les toca el bolsillo, y aplauden la redistribución mientras no afecte a sus posesiones personales.
Toda esta amalgama de simulaciones en la lucha por la vida crea facciones, destruye familias, desdibuja principios.
Lo vemos a diario.
Es la increíble capacidad de farsa de quienes deberían ser modelos para una sociedad eficaz y armónica pero la intranquilizan con su demagogia, su codicia y sus ambiciones personales.
No podemos avanzar hacia consensos en una sociedad cuya visión de futuro se ve alterada constantemente por coyunturas de momento. La permanente postergación de las decisiones realmente trascendentes, porque no convienen a pequeños grupos de poder nos vuelve miopes y de corto plazo, sin que tengamos la capacidad de ver más allá de nuestras interesadas narices.
Para ello colaboran la negación, esto es la capacidad de entender la magnitud del riesgo que conlleva un populismo irresponsable, la impostergable necesidad de unirnos para determinar metas comunes en vez de atrincherarnos en nuestras creencias y tozudeces individuales. En nuestro mundo circular, proponemos veinte diagnósticos pero nos aterran las soluciones que no son las nuestras, así que lo dejamos todos en manos de la divina providencia, cada vez menos divina y más oportunista por cierto.
Nuestra élite perdió la capacidad de discernir y apoyar lo que realmente importa, porque sus intereses son cada vez más egoístas y exigentes . ¿ A dónde nos lleva tanto temor? ¿ A dónde la irrealidad en que vivimos? ¿Hasta cuándo toleramos la demagogia, el amarre y el despilfarro de los recursos de todos por cobardía?