Militares en la calle, detenciones en masa, asesinatos, un inédito bombardeo sobre el Palacio de La Moneda y una batalla a sangre y fuego que concluyó con el asalto al palacio de Gobierno y el suicidio del presidente socialista Salvador Allende, elegido de forma democrática en las urnas, relatan el 11 de septiembre chileno, que en 1973 dio paso a una de las dictaduras más crueles de Suramérica.
El mandatario y sus asesores trabajaron hasta el final en la posibilidad de llamar a un plebiscito que diera salida institucional a la crisis política y social que asfixiaba a Chile en vísperas de aquel 11S, en el que supuestamente Allende iba a proponer esta salida democrática a la crisis política y social que vivía el país.
Una opción tras mil días de difícil gobierno a la que no solo se oponían los militares, empresarios y políticos conservadores chilenos, si no también la Administración del presidente estadounidense Richard Nixon, quien puso a trabajar a la CIA para impedir el éxito de «la vía chilena del socialismo».
Primeros movimientos militares
Durante la madrugada del 11, Allende fue informado de los primeros movimientos de tropas que se dirigían a la zona centro. Los regimientos de Guardia Vieja en Los Ángeles y Yungay de San Felipe cursaron rumbo a Santiago, pero la preocupación fue apagada por el general Herman Brady, quien le aseguró a Allende que se trataba de fuerzas para contener «posibles desbordes» por el desafuero de parlamentarios oficialistas. El golpe no estaba confirmado aún, pero la maquinaria estaba en marcha.
En Concepción, los aviones Hawker Hunter de origen británico, armados con cohetes, proyectiles explosivos y cañones, calentaban motores para dirigirse a la capital.
Bloqueo naval de Valparaíso
A la medianoche, uno de los mayores conspiradores y arquitectos de golpe de Estado, el almirante José Toribio Merino, se autodenominó comandante en jefe de la Armada.
Establecido en la ciudad costera de Valparaíso, activó la «Operación Silencio», un despliegue militar encargado de acallar sistemas de comunicación entre la ciudad puerto y Santiago.
Sobre las 04.30 de la madrugada, ingenieros y técnicos atacaron las radios afines al gobierno de Allende y generaron el espacio para que las Fuerzas Armadas iniciaran sus primeras cadenas de transmisión a través de Radio Agricultura.
A la misma hora, un equipo de la Armada entró a la casa del destituido almirante Raúl Montero para dejarlo incomunicado y sin posibilidad de usar su vehículo.
Cuando aún estaba en su residencia de Tomás Moro, Allende fue informado de que la Armada estaba copando Valparaíso. El despliegue para la «Operación Unitas» en la zona norte resultó un engaño, los cruceros Prat y O’Higgins, además de los destructores Blanco Encalada, Orella y Cochrane, junto al submarino Simpson, regresaron y bloquearon el principal puerto de país.
Ataque por tierra y aire contra La Moneda
Pese a los numerosos allanamientos realizados por las Fuerzas Armadas durante los meses previos al golpe en busca de armamento, no se encontraron grandes arsenales en manos de grupos oficialistas ni de Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), partido que nunca ingresó a la Unidad Popular y que sostuvo durante esos años la tesis de la insurrección para alcanzar el poder.
No había, entonces, capacidad material desde la izquierda para un enfrentamiento contra la infantería y vehículos del Ejército.
A las 09.30 horas, el puerto de San Antonio estaba tomado por soldados golpistas. Para esa hora, Allende había reiterado su negativa de abandonar la presidencia, y organizó en persona la resistencia al interior de La Moneda.
Tras el ultimátum del cuerpo golpista, la sede presidencial chilena fue objeto de un bombardeo sistemático por tierra con tanques y fuego de ametralladora, sufriendo severos daños que terminaron en un gran incendio luego de que los aviones subsónicos de la Fuerza Aérea lanzasen cohetes contra su cara norte. Dieciséis minutos de asedio ininterrumpido desde el aire y por tropas de infantería acorralaron al pequeño grupo de combatientes comandados por Allende.
Allende
«Trabajadores de mi patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile, viva el pueblo, vivan los trabajadores! Estas son mis últimas palabras, y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición», dijo Allende en el último discurso en el que se dirigió al pueblo chileno.
Tras el fracaso para negociar la rendición y configurar una administración con civiles que respetara las conquistas sociales del Gobierno, Allende instruye a sus colaboradores dejar La Moneda. Pasadas las 13.00 horas se suicida con el arma que le regalara Fidel Castro en su visita oficial a Chile en 1971.
Su cuerpo fue retirado de palacio después de las 17.00 horas. Los partidarios de su Gobierno quedaban así proscritos por la Junta Militar, forzados a la clandestinidad y resistiendo una represión que se recrudeció con el paso de las semanas, dejando decenas de miles de víctimas entre torturados, ejecutados y detenidos desaparecidos por los siguientes 17 años. EFE