
Quito, Ecuador
Buscando respuestas a un debate bizantino sobre Venezuela, un reportaje de BBC Mundo de este 12 de septiembre ilustra sobre la inutilidad de las tarjetas de crédito en ese país.
La inflación mata el crédito. Ángel Alvarado, investigador del Departamento de Economía de la Universidad de Pensilvania, dice: ‘En Venezuela no hay crédito porque con una inflación de 400% no hay crédito’. Así de simple.
En el mismo reportaje se cita al Observatorio Venezolano de Finanzas que estimaba en agosto la tasa anualizada de inflación era del 422%.
Los cupos de las tarjetas, según la misma nota periodísticas son de risa: USD 0.03(1 bolívar).
El salario mínimo es de USD 5.
¿Qué pasó en Venezuela para que haya llegado a este estado de cosas?
Las respuestas son complejas.
En la patria del Libertador Simón Bolívar, cuya lucha ejemplar esta cargada de símbolos, la penuria, la falta de libertades, la pobreza extrema y la violencia hunden en la penumbra el horizonte de la gente.
Hubo un tiempo que la riqueza petrolera de Venezuela era impresionante. La Arabia Saudita de América, como se la conocía manejaba niveles de riqueza inmensos y la obra pública proveniente de las gigantes reservas petrolíferas la auguraban un bienestar duradero y prosperidad impresionante.
302 500 millones de barriles de petróleo como reservas probadas tienen Venezuela a la cabeza de los listados como potencia petrolera. Pero no se entiende cómo, entre la corrupción y la ineficiencia, el país sudamericano haya tenido que importar derivados de petróleo en los últimos años.
Es inaudito que aquella siembra del petróleo para el desarrollo no haya podido superar las graves cifras de inequidad y la situación de millones de pobres sea desesperante.
En materia política, Venezuela fue observada, desde los años 60 a los 90 del siglo pasado como un modelo democrático. La política de un fuerte bipartidismo entre AD y Copei (socialdemocracia y democracia cristiana) con una minoría del Movimiento al Socialismo, heredero de algún a aventura revolucionaria de los 60, parecía funcionar. Presidentes como Carlos Andrés Pérez y Jaime Lusinchi, de AD o Rafael Caldera y Herrera Campins, de Copei, gobernaron con cierta facilidad.
Sin embargo, la violencia, la inequidad y la ausencia de justicia social, pese a los multimillonarios beneficios petroleros anidaron un germen que terminó de estallar en el Caracazo, poco tiempo después de la llamada ‘Coronación de Carlos Andrés Pérez (en su segundo mandato).
Poco después surgió la revuelta militar de los coroneles, que emergieron de unas fuerzas armadas apegadas a la institucionalidad y sin intentonas golpistas hasta entonces, como era frecuente en otros países del subcontinente.

Allí surge la figura del teniente coronel Hugo Chávez, que pasó un tiempo en cautiverio hasta que una nueva revuelta popular logró liberarlo y entonces se lanzó a la política y al escenario de la fama internacional.
Inventó aquello de la Revolución Bolivariana, infiriendo conceptos ajenos al ideario de Simón Bolívar y su pensamiento, para llenarse de una aureola y popularidad alusivos a una figura de prestigio continental y falsificando tesis que el Libertador jamás tuvo.
Según Jaime Ureña, en su libro Bolívar Republicano (Ediciones Aurora, Bogotá 2007) Bolívar asumió implícitamente una posición contraria a los derechos de insurrección y resistencia en la Constitución de Angustura. Esta es una de las tantas construcciones del Socialismo del Siglo XXI, ajenas al pensamiento del Libertador, que se incluyeron, por ejemplo, en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (tamaña ironía).
A la par que Hugo Chávez destruyó el sistema de partidos propició la dispersión de otras fuerzas con membretes e insignias que forjaban una ficción democrática y, en las que refugiaba sus corrientes y facciones para simular una efervescencia de acción política popular.
Cuando le detectaron el cáncer que lo llevó a la tumba, él mismo designó a dedo a su heredero y Nicolás Maduro llegó para perpetuarse en el poder. La oposición ha sido perseguida, sus líderes no han podido competir en condiciones de equidad y sus propuestas electorales han intentado ser borradas del mapa por el proyecto autoritario.
Los medios de comunicación oficiales, y los afectos al régimen han recibido prebendas y apoyo. Los medios críticos e independientes han sido perseguidos, hay muchos periodistas que han debido dejar su trabajo y refugiarse en el exterior, otros medios han cerrado y la libertad de expresión es una de las víctimas del sistema opresor que propende al Socialismo del Siglo XXI.
Durante los primeros años del chavismo varios empresarios se fueron de Venezuela, los conceptos de expropiación cundieron. Hubo una fuerte fuga de capitales.
Otros empresarios se hicieron a la idea y lucraron de su relación con el gobierno, como hasta ahora sucede.
Unos años después una nueva corriente migratoria expulsó de Venezuela por las pésimas condiciones de vida a profesionales bien formados que inundaron varios países del continente.
Más tarde las corrientes migratorias tienen otra composición social. En los años recientes son los pobres sin trabajo ni oportunidades los que se han ido. Un grupo numeroso se instaló en países como Colombia, Ecuador, Perú y Chile. Los que pueden emprenden el éxodo al norte.

En la temible selva del Darién, en Panamá, venezolanos, ecuatorianos y haitianos conviven en condiciones paupérrimas y caminan incansablemente en busca del sueño americano.
Muchos logran llegar. Estos días vemos tirados en las veredas de Nueva York a venezolanos y ecuatorianos. Los vecinos los rechazan y la autoridad no sabe cómo resolver el problema. Una bomba de tiempo social.
Si países como Ecuador y Venezuela dotaran a sus ciudadanos de oportunidades, trabajo y libertad, esa opción jamás estaría en sus planes.
Si los ecuatorianos vieran, como vieron en los años 70, que Venezuela era una opción, hacia allá irían. Si los venezolanos tuvieran la noción de que su patria es el paraíso cantado por las proclamas mentirosas y los discursos populistas hacia allá irían y no escaparían de su terruño en busca de la tierra prometida.
¿Pero cómo está Venezuela tras varios años del proyecto Chavista?
Según datos de Cepal el 33,1% de los venezolanos viven bajo la línea de pobreza.
Pero Venezuela siempre fue una sociedad violenta. Según un reportaje de Sputnik, que cita un estudio de InSigth Crime en el año 2022 se mantuvo a la cabeza de la subregión con 40.4 homicidios por cada 100 mil habitantes. Ecuador, de acuerdo a la misma fuente y al mismo período, se colocó en cuarto lugar con 25.9 homicidios por 100 habitantes. Más de 9 000 homicidios en Venezuela, más de 4 000 en Ecuador.
Si Venezuela fuera tierra de prosperidad, libertades y trabajo la corriente migratoria iría hasta allá. El éxodo más inhumano de la historia de nuestro continente no permite ilusiones y relatos rapaces que son alimentados como mucha ignorancia o malicia.
La realidad es que Venezuela está más cerca de la miseria, de la violencia y cada vez más lejos de la construcción de una sociedad de libertades, un modelo democrático y una tierra de promisión, como fue hace algunas décadas.
Los pseudo perseguidos y autoexiliados que la cobijan y la parapetan buscan otros destinos donde viven con comodidad y solo van a dar discursos y apuntalar al chavismo. Pero aquí nos quieren engañar.
