México, ¿fin de la democracia?

Francisco Santos

Bogotá, Colombia

¿La posesión de Claudia Sheinbaum como presidenta significa el fin de la democracia de México? ¿Los comicios de julio de este año fueron las últimas elecciones libres en ese país, a pesar de la participación y el uso brutal del presupuesto por parte del Gobierno, que inclinó la balanza? Es muy posible.

La historia democrática de México es corta, bien corta. Después de las dictaduras y las guerras civiles del siglo XIX, y la revolución de principios del siglo XX, que terminó con la salida de Porfirio Díaz del poder, México tuvo durante poco más 70 años un gobierno de partido único, el Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Había libertad de prensa, aunque la mayoría de los medios eran cooptados por el Partido; había libertad de expresión y académica, con algunos límites, pero el PRI decidía quién era presidente, gobernador y alcalde y la opinión de los ciudadanos no importaba. El PRI, cuando destapaba el gallo (así le decían al momento de revelar quién era el candidato del partido a la presidencia y, por ende, quién era el siguiente presidente) tomaba la decisión que luego era “validada” por el pueblo en una elección. Independencia de poderes tampoco había, pues el PRI controlaba todo.

Esa situación empezó a cambiar a finales de la década de los 90, con una ley, en 1996, que dio autonomía al Instituto Federal Electoral (hoy INE), entidad aún más independiente después de otra reforma y la cual el ex presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) trató de acabar. En 1989, el Partido de Acción Nacional (PAN) ganó la elección para gobernador en Baja California y, con la reforma electoral, se abrieron las puertas para que el candidato del PAN, Vicente Fox, ganara también las elecciones para la Presidencia en el año 2.000.

El sistema se había quebrado. La corrupción, las crisis económicas y el asesinato de líderes renovadores, como Luis Donaldo Colosio en 1994, llenaron de hastío al ciudadano mexicano que, en el nuevo siglo, eligió un presidente de otro partido. Luego vino Felipe Calderón, también del PAN, en 2006; Enrique Peña Nieto, del PRI, en el 2012, y, finalmente, la elección de AMLO por un partido relativamente nuevo, Morena, que congregaba a muchos sectores del PRI y de otras tendencias de la izquierda mexicana que nunca se sintieron representados por ningún partido.

AMLO operó su gobierno como el viejo PRI operaba los suyos, pero con los constreñimientos democráticos que poco o nada le importaban. Sus ataques a las instituciones, a periodistas y medios de comunicación independientes eran constantes. Sus lazos con el narcotráfico, evidentes sin duda, ayudaron a la gobernabilidad que tuvo y fueron importantes para que Morena lograra la mayoría en el Congreso en las elecciones del 2024, lo cual le permitió cambiar el sistema de elección de jueces para entregarlo a la maquinaria política que armó durante sus seis años de gobierno.

La independencia del poder judicial, no su eficacia, pues siempre fue un sistema permeado por la corrupción y con pocos resultados, se acabó y las trancas que mantuvieron el balance durante estos últimos 20 años ya no van a existir. Sheinbaum va a gobernar con unos jueces que le van a deber su elección a Morena y, por lo tanto, van a obedecer sus órdenes y no la ley. La seguridad jurídica en México se acabó.

El Congreso, con mayoría casi absoluta de Morena, seguramente va a acabar con la independencia del INE, lo que AMLO trató de hacer antes, para controlar el sistema electoral y, de esta manera, ponerle fin a estos últimos 24 años de experimento de democracia en México.

Por ahora, la presidenta electa es un apéndice de AMLO, quien la ha rodeado con sus fichas más cercanas; quizás por eso, hace poco López Obrador cambió de posición y, en vez de retirarse a su finca en Chiapas, como lo había anunciado, reveló que se va a quedar un tiempo en la capital, la Ciudad de México; sin duda, para controlar el Gobierno y ejercer las presiones debidas, en caso de que la Presidenta pretenda ser independiente. En eso se diferencia Morena del PRI; antes, a rey muerto rey puesto, y los expresidentes mexicanos desaparecían del mapa político una vez terminaban su gestión. Con AMLO, el proyecto es mucho más personal.

Sheinbaum es una mujer mucho más metódica, disciplinada y con fuertes convicciones de izquierda caben muy bien en ese tipo de gobierno pseudodictatorial de partido único. Sin duda, debe su llegada al poder a AMLO, como Juan Manuel Santos le debe la suya a Álvaro Uribe: mostró que es una buena gestora de gobierno en los cinco años que fue alcaldesa de la Ciudad de México, cargo al que renunció para lanzarse a la Presidencia. En este caso, el dedazo de AMLO la llevó a la cúspide política, de ahí la deuda.

A los empresarios mexicanos la democracia poco les importa. Se adaptan a cada modelo político, siempre lo han hecho, con tal de que les dejen hacer negocios. Son parte de la cleptocracia que AMLO ha recuperado y que tiene su propia manera, como en Venezuela, Rusia o Mozambique, de gobernar y cooptar. AMLO entregó la Presidencia con un nuevo PRI listo para quedarse en el poder.

¿Qué va hacer Sheinbaum? Pronto sabremos si se aparta de su progenitor político o no; sin duda, dependiendo del camino que tome le va a facilitar o dificultar la gobernabilidad, pues quien controla el partido es él. Sin embargo, ella es quien controla las finanzas y los contratos del Gobierno y, como lo hizo Juan Manuel Santos en Colombia hace unos años o Gustavo Petro hoy, ya sabemos lo fácil que es comprar un congreso.

¿Sheinbaum va a consolidar a Morena como un nuevo PRI, pero con una ideología menos pragmática y mucho más radical, pues esa ha sido su historia política? ¿Se va a apartar del camino que le dejó AMLO y elegir uno que respete las instituciones, el equilibrio de poderes, la libertad de prensa y la competencia política? Pronto veremos indicios, pero nada concreto, pues en México a los tres años de gobierno hay posibilidad de convocar un referendo revocatorio y Sheinbaum no se va a arriesgar, y menos en contra de AMLO.

Creo que el experimento democrático de México llegó a su fin; espero estar equivocado, y puede ser, pues hay un factor muy, pero muy importante que limita de cierta manera lo que Sheinbaum puede hacer: el tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá. Escuchando a la gente de AMLO, como su canciller Alicia Barcena, esto parece no importarles y piensan que China es una alternativa. Grave error, pero no hay nada más dañino en la política que el ego y en el círculo cercano de AMLO esto pulula.

La verdad lo que viene en México es como para alquilar balcón. Yo ya tengo mi asiento pero ya veo el costo brutal que van a pagar los mexicanos. Que triste.

La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, participa en la ceremonia de entrega del Bastón de Mando por parte de los representantes de los pueblos indígenas, este martes en Ciudad de México (México). Sheinbaum recibió el tradicional bastón de mando de los 70 pueblos indígenas y la comunidad afromexicana en el Zócalo de Ciudad de México, la mayor plaza pública del país, tras asumir como la primera mujer jefa de Estado. EFE/Isaac Esquivel

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