Este, mi pobre país

Alberto Molina Flores

Guayaquil, Ecuador

La violencia desde hace rato se ha vuelto cotidiana, las muertes violentas entre bandas criminales es el resultado de la lucha encarnizada por el control de territorios. Igual sucede con los partidos políticos (maquinarias electoreras), tienen un escenario de vergüenza llamado Asamblea Nacional, en donde libran una real guerra de posiciones, con adversarios que se cambian de bando sin pudor, deciden de acuerdo a sus intereses.

Lo mismo sucede en ese bodrio creado por el correísmo llamado Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS), nunca ha sido ni lo uno, ni lo otro, tiene en sus manos la potestad de nombrar las autoridades de control del Estado, ahí radica la lucha sin cuartel que se libra en forma permanente. El trofeo mayor es la elección del nuevo Fiscal de la Nación y la expectativa es inmensa, estamos a pocas semanas para que fenezca el periodo de seis años por el que fue nombrada Diana Salazar. ¿Qué pasará?

En el Consejo Nacional Electoral (CNE), sus miembros, casi todos no son dignos de confianza, fueron nombrados para seis años, en la mitad del periodo, es decir a los 3 años, por sorteo debieron cambiar a dos consejeros, simplemente no se cumplió. El 18 de noviembre feneció el plazo de los seis años y los cinco miembros siguen “más campantes que Johnnie Walker” y no pasa nada.

Otro campo de batalla o mejor dicho de exterminio es el llamado Consejo de la Judicatura, refugio del tristemente diablo. La lucha es feroz porque la troncha es grande e importante, el concurso varias veces frustrado para elegir jueces de la Corte Nacional de Justicia se ha vuelto otra incógnita, otra disputa incruenta.

A esto se suma una novela dramática que nos entregan por capítulos, el de la vicepresidenta. Esperemos ver cuál es el capítulo final. Se parece a los cuentos de la escritora británica, conocida como Agatha Cristie, puro suspenso.

Como si esto fuera poco, otro tema que ha conmovido al país es la detención y desaparición de cuatro menores de edad del barrio de las Malvinas del suburbio de Guayaquil, tras ser capturados por una patrulla militar.

El tema es conmovedor, después de más de 15 días de haber sido aprehendidos, se dio la voz de alerta de la desaparición de los menores. Alrededor de la parroquia de Taura, se encontraron cuatro cadáveres calcinados. Luego de rigurosos exámenes, los médicos legistas establecieron que los restos calcinados correspondían a los menores desaparecidos. Los 16 militares de la patrulla pasan a ser sujetos de presunción de responsabilidad por la desaparición y muerte de estos menores.

El trabajo de investigación del delito cobra gran importancia para determinar a los responsables de tan horrendo crimen, hay muchos cabos sueltos, se debería pedir apoyo de organismos internacionales imparciales para que no queden resquicios de duda, de esta forma la impunidad no tendrá espacio, la sanción para los implicados deberá ser implacable, aplicando todo el rigor de la ley.

Este hecho ha dado pábulo para que los interesados, que están siempre al acecho, encuentren la ocasión propicia para desprestigiar y restarles credibilidad a las Fuerzas Armadas; éstas, están siendo víctimas de un feroz linchamiento mediático, especialmente a través de las redes sociales; además, miserablemente aprovechan para sacar réditos electorales. Entre el cúmulo de barbaridades, incluso se ha dicho que las Fuerzas Armadas deben desaparecer.

Hay que recordar que la poca institucionalidad que le resta al país reside en las Fuerzas Armadas, escudo protector de la democracia y de la supervivencia de la patria.

Guayaquil, miércoles 01 de enero del 2025. Los restos de los cuatro menores que fueron desaparecidos, son velados en el sector de Las Malvinas, al sur de Guayaquil. Fotos: César Muñoz/API

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