Acercarse a la realidad a través de la literatura: una entrevista a Piedad Bonnet

Escritora y poeta colombiana Piedad Bonnett. Foto de Miguel Molina para La República.

Quito.- Piedad Bonnett está sentada en los sillones del hotel. Esta semana se encuentra en Quito para compartir sus poemas en el encuentro de Poesía en Paralelo Cero. Es escritora, poeta y crítica literaria colombiana. Da la impresión de una mujer segura, fuerte, directa y sincera; una mujer que vive a través de la literatura.

Hace diez días se anunció el ganador el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos. Bonnett quedó entre los siete finalistas. Sin embargo, no se jacta de ello ni se da crédito. “Me parece que el premio Rómulo Gallegos no refleja la realidad de la literatura Latinoamericana, para nada”, dice sinceramente, “no creo que se puede tomar como un dictamen, como un síntoma de que nuestra literatura (la colombiana) es la más interesante. Los concursos son unas cosas así, circunstanciales, aleatorias”.

Piedad Bonnet se sumergió en el mundo de la literatura a muy temprana edad, “me metí en los cuentos infantiles con gran obsesión. Me fui a esos mundos alternos que me parecían mucho más interesantes que los míos”, me explica. Pero, ¿cómo es la Bonnet escritora? ¿Cuándo escribe, por qué? Esas preguntas flotan en el aire mientras se da la entrevista.

Cuando escribes, ¿sientes que lo haces por ti o sientes la necesidad de escribir para otros? 

– No puedo deslindar lo uno de lo otro. Nunca se me ocurre escribir sólo para mí misma. Yo no soy persona que tenga diario, que tenga la rutina de escribir sus propias cosas sin pretensiones literarias. La vida es muy cortica como para ponerme a hacer eso. Yo siento una enorme necesidad de hacerlo. Cuando una idea arraiga en mí, me sentiría muy mal si no me enganchara en esa idea y la desarrollara, pero cuando empiezo a escribir estoy siempre escribiendo para otro, nunca estoy escribiendo para mi.

Muchos de tus textos tienen una denuncia muy fuerte que plantean tus creencias acerca de la religión o el papel de la mujer. ¿Crees que la literatura siempre tiene que denunciar algo o es simplemente un camino por el cual tú has optado?

– Casi nunca doy lucha de carácter ideológico conscientemente. Siempre estoy pensando eso como algo que les interesa a los demás y para que les interese a los demás tiene que estar en un contexto. En ese contexto hay dilemas de carácter ético o posturas ideológicas, entonces la literatura me sirve para eso. Pero digamos que mi primera intención no es ideológica, no es manipular la ideología del que lee, no. Al poner un hecho en contexto, o al estar hablando de un tema, salen a la luz mis propios puntos de vista, mis propias maneras de estar en el mundo.

¿Consideras que, hasta un cierto punto, puedes ser autobiográfica?

– Sí, en el caso mío sí. Yo sé que hay mucha gente que hace literatura que está apartada de lo autobiográfico. En mi caso, en casi todo lo que escribo hay una parte autobiográfica. A veces está todo autobiográfico, como el libro que escribí sobre mi hijo. A veces hay una parte autobiográfica como en ‘El prestigio de la belleza’, que yo lo presenté como una autobiografía falsa, porque la mitad es invención y la mitad es verdadera. Yo creo que no hay obra de ningún escritor que no esté tocada por lo autobiográfico.

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“Daniel se mató, repito una y otra vez en mi cabeza, y aunque sé que mi lengua jamás podrá dar testimonio de lo que está más allá del lenguaje, hoy vuelvo tercamente a lidiar con las palabras para tratar de bucear en el fondo de su muerte, de sacudir el agua empozada, buscando, no la verdad, que no existe, sino que los rostros que tuvo en vida aparezcan en los reflejos vacilantes de la oscura superficie.” (Fragmento de su novela ‘Lo que no tiene nombre’)

De la muerte elegida de Daniel, el hijo de Piedad Bonnett, nace Lo que no tiene nombre’, un libro que logra acercar al lector a un tema tan profundo sin caer en la cursilería. “Decidirse a escribir esta historia tiene que obedecer a una pulsión muy verdadera, porque sino yo sería como una especie de monstruo”, me dice. Uno puede darse cuenta, a través de sus páginas, que Bonnet no busca compasión, y peor aún, aprovecharse de un tema tan trágico de manera invasiva o hasta morbosa.

¿Por qué decidiste exponer algo doloroso y personal?

– Yo no lo escribí para sanarme, no lo escribí para criticar a nadie, no lo escribí para hacer un homenaje a Daniel. Yo lo escribí para preguntarme cosas y porque se me reveló una idea fundamental que tiene que ver con lo que planteaban los griegos del destino: ¿cómo un persona puede luchar contra el destino, contra eso que nosotros llamamos destino? Es imposible. ¿Cómo hay fuerzas que parecen trazadas desde fuera y los seres humanos no podemos dominar? Eso es lo que causa el dolor, como tomar conciencia de que no pudimos cambiar las cosas por más que lo intentamos. Esa fue la idea que me llevó a escribir el libro.

¿Crees que después de haber escrito el libro lograste resolver algunas preguntas o surgieron más dudas?

– No, yo resolví un montón de preguntas. Ahondé en la enfermedad, ahondé en el acto mismo del suicidio, ahondé en mi propio dolor, ahondé en quién era Daniel. Por supuesto, las preguntas más hondas quedaron en la oscuridad, y quedarán.

¿Crees que escribiendo el libro llegaste a conocerlo mejor?

– Yo lo conocía muy bien porque era muy trasparente, porque era una persona muy honesta. Lo que pasa es que la enfermedad sí me veló un poco a la persona. Lo que él no hacía jamás era hablar sobre la enfermedad. Entonces mis grandes preguntas eran ¿qué pasaba con esa enfermedad? ¿Qué veía? ¿Qué oía? ¿Qué temía? ¿Sí dormía? Nada de eso lo sé ni lo sabré. Yo fui incluso donde su psiquiatra a preguntar. Los psiquiatras siempre son como tumbas, aunque la persona esté muerta no logran decir nada. Fue un psiquiatra que lo quiso mucho, pero no me dijo casi nada fundamental. Salí muy decepcionada de ahí. Sus novias sí, me dijeron cosas muy bonitas. Me ayudaron a comprender o a ratificar la persona que yo conocía.

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“Es una forma de acercarse a la realidad, que la problematiza y la enriquece”, así define Piedad Bonnett a la literatura. Como crítica literaria, tiene un panorama claro sobre la literatura y quienes forman parte de ella. “Un escritor siempre debe ser un trasgresor. Si un escritor se acomodara a lo que la gente quiere oír, no tendría ningún sentido, no haría una revelación de nada”. Es fascinante comprender qué piensa un escritor sobre el campo en el que se desenvuelve.

Piedad Bonnett2

¿Cómo ves a la poesía contemporánea en Latinoamérica y a la recepción de la literatura en Latinoamérica?

– Como yo vivo inmersa en ese mundo, yo veo un mundo muy vivo. Yo veo todos los días jóvenes que quieren ser poetas. Esa chispa sigue encendida. No me parece que la desconexión sea total. Por supuesto que a la gran mayoría de la gente no le interesa la poesía, pero no hay de qué lamentarse. No me gusta predicar esa cosa de que todo el mundo debería estar leyendo poesía. Por supuesto, pienso que la sensibilidad se afina enormemente cuando se transita por los terrenos de la poesía. Yo enseñé muchos años poesía en la universidad. Yo veía la transformación de mis estudiantes, habían adquirido un lenguaje nuevo, es como si aprendieran un idioma. Cuando tú aprendes un idioma, introduces dentro de ese idioma un montón de inferencias que antes no te significaban nada.

¿De dónde vienen los poetas? ¿Crees que tiene algo que ver su contexto socioeconómico?

– La gente que está ocupada de la supervivencia, que tiene que luchar, accede más difícilmente a lo que le da a la vida trascendencia. Desgraciadamente es así. Pero también sabemos de sensibilidades tan tremendas que son capaces de obviar todos los condicionamientos sociales. Yo creo que no son siempre las clases altas las que dan los grandes escritores. A mi me parece que la gran cocina de la literatura, por lo menos en América Latina, es la clase media. Además, a veces son de orígenes campesinos. Me parece que ahí es donde pasan las cosas más interesantes.

¿Cuál es la visión de Piedad Bonnett respecto del género y su relación con la literatura? 

– Creo que nosotros estamos condicionados por el género. El hombre escribe desde su masculinidad y desde un contexto en que él se siente como hombre, y las mujeres también. A mi me parece que el feminismo tiene mucho que hacer, tenemos mucho que hacer. Yo me considero feminista, cada tanto me enardezco al ver hasta dónde llega la violencia masculina, pero no se me ocurre escribir desde ahí y programarlo, ni por defender una causa. Eso me parece que empobrece la literatura. La literatura no puede ser propaganda de nada ni aleccionadora de nada. (I)

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Ilaria Rapido Ragozzino

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