JFK y el Che, dos mártires de la Guerra Fría, según un exCIA

Washington, 18 nov (EFE).- La vida del cubano Félix Rodríguez, exagente de la CIA, veterano de Vietnam y de la invasión de Bahía de Cochinos, es una ventana a la historia de la Guerra Fría en Latinoamérica y a la muerte en aquella época tumultuosa de dos iconos: John Fitzgerald Kennedy y Ernesto «Che» Guevara.

Rodríguez, que ha luchado contra las revoluciones de izquierda en América Latina y participó como agente de la CIA en las intrigas de la Guerra Fría, los conoció a ambos, aunque en circunstancias y momentos diferentes.

Al presidente Kennedy, en 1962, en una recepción con los supervivientes de la invasión de Bahía de Cochinos, el mayor golpe a la popularidad del mandatario; a Ernesto Guevara, «el Che», convertido en una «piltrafa» tras meses de revolución infructuosa en Bolivia, en octubre de 1967, pocas horas antes de hacer cumplir la orden de matar al guerrillero.

Félix Rodríguez se jugó la vida en abril de 1961 con la Brigada 2506 en la invasión de Bahía de Cochinos (Cuba), una misión que Kennedy heredó al llegar al poder y que sus asesores cambiaron abocándola al fracaso, según indica Rodríguez en una entrevista con Efe.

Sobre el asesinato de Kennedy, un 22 de noviembre de hace 50 años, Rodríguez no alberga duda alguna: «Castro ordenó matar a Kennedy, porque en ello le iba la propia supervivencia».

Según Rodríguez, poco después de la muerte en Dallas (Texas) del presidente el líder de la Brigada 2506 Manuel Artime fue a dar el pésame a Bobby Kennedy, por aquel entonces fiscal general, quien le dijo: «Mi hermano tenía dos grandes enemigos: la mafia y Fidel Castro, y yo creo que fue el último quien lo mató».

La versión oficial, que expertos como el profesor de la Universidad George Washington Peter Kornbluh consideran más plausible, es que Kennedy muriera por la única voluntad y la mano de Lee H. Oswald, un «lobo solitario» y prosoviético decepcionado.

Por su parte, Rodríguez tilda de «ridículas» las sospechas de que el anticastrismo orquestó la muerte de Kennedy por su falta de mano dura contra el régimen cubano, que pretendía ser la semilla de nuevas revoluciones en América Latina y África.

«El presidente (Kennedy) contemplaba definitivamente eliminar a Castro, se llevaron a cabo varias tentativas con conocimiento del presidente y de Bobby Kennedy», explica Rodríguez.

Según Kornbluh, experto en los años de Guerra Fría en Latinoamérica, lo más probable es que ni la disidencia cubana de Miami ni el régimen de La Habana estuvieran detrás de la muerte de Kennedy, que el mismo día del fallecimiento estaba negociando con un mediador la normalización de relaciones con Castro.

El exagente de la CIA, hoy con 72 años, luchó contra el comunismo en la guerra de Vietnam y fue parte del oscuro plan para financiar a la Contra nicaragüense y acabar con la revolución sandinista con la venta de armas a Irán.

Pero su papel más trascendental lo jugó en la captura y posterior muerte del «Che», que intentaba, tras los experimentos en África, hacer brotar una nueva revolución en Bolivia, en el corazón del subcontinente.

«Rodríguez se ganó su pasaje a la historia el día en que se subió a aquel helicóptero en Vallegrande con destino a La Higuera, porque su superior de la CIA en aquella misión, Gustavo Villoldo, no pudo», indica Kornbluh.

Rodríguez explica cómo EE. UU. envió un equipo de entrenamiento de fuerzas especiales y varios agentes de la CIA para aplastar el conato de revolución del Che, a quien Washington quería vivo para utilizarlo con el objetivo de ahondar en lo que creían era el cisma entre Castro y él.

«Mis instrucciones específicas eran mantener al Ché vivo a toda costa», explica.

Debido a los problemas en las comunicaciones de aquella época y a que el fin de semana se interpuso, Washington nunca pudo ejercer presión para disuadir a Bolivia de matar al revolucionario argentino, orden que dio el 9 de octubre el entonces presidente boliviano, René Barrientos.

«Todo ocurre un fin de semana y muy rápido», recuerda Rodríguez. «El domingo nos comunican que habían apresado vivo a Papá Cansado, que era extranjero», algo que en el código de aquella misión se refería al Che.

«Ese domingo preparo un mensaje para la CIA», pero según Rodríguez ese mensaje tenía que pasar «a telegrafía al equipo de la CIA en una embajada de un país cercano (secreto), de ahí por teletipo a EE. UU., luego verificarse y finalmente llegar a Washington».

Sin contestación desde Washington, el lunes por la mañana Rodríguez, tras interrogar al prisionero, recibió la orden desde el palacio de gobierno en La Paz de «500, 600». 500 era el código para «Che», 600 para matar y 700 mantenerlo vivo.

Rodríguez debía acatarla. Antes de las 2 de la tarde de ese lunes, Che debía ser ajusticiado.

Rodríguez pasó las últimas horas con el Che antes de ordenar a un «soldadito» que lo matara de manera que pareciera que había caído en combate.

«Me dio pena ver a aquella piltrafa humana, era difícil reconocer en esa persona al hombre arrogante, de buen aspecto, que se reunía con líderes mundiales en Moscú o Pekín», reflexiona Rodríguez.

«Cuando supo que lo íbamos a matar se puso blanco y lamentó: ‘nunca debí ser capturado vivo'», explica el exagente.

Las últimas palabras del comandante en la escuela de La Higuera fueron para su mujer. A las 6.30 de la tarde, ya muerto el revolucionario, llegó un telegrama urgente a la Casa Blanca: «Señor presidente, esta información provisional de que los bolivianos capturaron al Che le va a interesar. Aún no está confirmada». EFE

Los últimos momentos de JFK.
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El "Che" capturado en Bolivia.
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