“Fulanos”, un circo disperso

Por Aníbal Páez
Guayaquil, Ecuador

El Sánchez Aguilar cerró su fase inaugural con la presentación de “Fulanos”, obra de circo que redondea la entrega de la primera selección de artes escénicas hecha por el teatro y que fue dividida en seis categorías: Teatro, danza, música, cabaret, co-producción y circo.

En esta ocasión, el escogido para finalizar la temporada fue la compañía de Circo “La Arena”, agrupación argentina dirigida por Gerardo Hochman, que tiene un recorrido de alrededor de 15 años en la creación de espectáculos.
Ellos, apostando por una poética visual, entretuvieron a los espectadores con números acrobáticos y un nivel alto de juego.

Sin embargo, la indiscutible destreza técnica y el inagotable despliegue físico de su elenco, no fueron suficientes para solventar totalmente la redondez de un espectáculo, que, en ciertos momentos, dilató hasta el límite el tiempo escénico.

El uso de las escaleras, que conformaron una serie de fotografías hermosas, resultó, a pesar de aquello, carente de desarrollo en relación a la totalidad del espectáculo. Imágenes interesantes, manejo corporal pulcro, dominio del objeto, son en sí mismas características de un montaje donde se puede admirar la suma de sus partes pero que no logra que todos estos elementos confluyan en una poética común.

Si bien el circo teatral, heredero de las tres pistas y los números individuales, no tiene la pretensión de construir una dramaturgia que vaya más allá del tejido que enmarque la demostración de las destrezas y habilidades de sus acróbatas, no debería descuidar la integración de sus otras escrituras y así, podría limar mejor sus bordes con el objetivo de que las transiciones entre cuadro y cuadro provean al espectador una percepción de incremento del ritmo y dificultad de la acrobacia que ayuden a que la atención no caiga tan fácilmente.

Creo que en Fulanos este in crescendo tuvo sólo contadas apariciones (cabe destacar el sólo del acróbata que convirtió la escalera en “toro loco” y la última escena con todos los actores en la barca, siendo, a mi modo de ver, los dos puntos más altos del juego con el objeto) y ni la música, ni las voces grabadas, lograron acompañar con la fuerza necesaria el accionar de los intérpretes.

Pero no deja de ser un espectáculo familiar digno, que trae a nuestros escenarios el mundialmente difundido circo ecológico que prescinde el uso de animales y se basa, principalmente, en la pericia de los actores-acróbatas-bailarines y su construcción de universos fantásticos a través del dibujo de sus cuerpos en el espacio.

El Sánchez Aguilar cierra así su temporada inaugural, dejándonos entrever la versatilidad de su programación. Esperamos ansiosos lo que viene en sus dos salas.

Más relacionadas

1 Comment

  1. Hola, 
    Comparto el punto de la falta de «crescendo» del espectáculo y quizás se apreciaría mejores conexiones entre un número  y otro. Sin embargo, mirado en contexto, Fulanos es lo MEJOR que he visto en los tres años que llevo Ecuador. Lo amé totalmente. 

Los comentarios están cerrados.