Hugo

Juan Jacobo Velasco
Santiago de Chile, Chile

La vida y muerte de Hugo Chávez (HC) me retrotrae a La invención de Hugo, la película que centra su mirada, desde el realismo mágico, en el inicio del cine y de cómo la tecnología puede deslumbrarnos y plantearnos mundos y narrativas nuevas. HC fue una invención de sí mismo. Fue el precursor de un proceso que se define por su complejidad. Fue un coronel que en 1992 dio un golpe contra una democracia que necesitaba reformularse. De ahí nació la paradoja: intentar dar un golpe (lo que es antidemocrático) para mejorar la democracia. Ganar visibilidad a nivel nacional por un hecho criticable en lo formal pero, para muchos venezolanos entonces, necesario como juicio de realidad y como requerimiento inconsciente. Darse cuenta, por la adscripción al HC de entonces, que su carisma y capacidad mediática lo hacían un ejemplar único en su especie, validando su discurso pro reformas y nacionalista.

El halo de victoria electoral cubrió, en un inicio, su proyecto. Recuperó la mirada nacionalista resucitando a la figura de Bolivar y la replanteó –a través del bolivarianismo- como un puente regional. Reformuló las relaciones de poder conforme lo fue acaparando, poniendo un énfasis sin precedentes en la atención hacia lo más pobres. Todo esto al alero de un petróleo que llegó a máximos históricos. Como menciona Moisés Naim, la influencia de HC estuvo más en su chequera que en sus ideas. Algo que refuerza Javier Corrales, quien observa que HC generó un boom de consumo en Venezuela que benefició a la clase media y muchas elites, pero sobre todo al gasto social.

Toda esta historia destellante se armó con la gracia de un incansable prestigitador mediático, en lo que se convirtió en la telenovela venezolana de exportación de este siglo. Ese show escondía la oscuridad propia del poder absoluto. Las cifras de criminalidad, armamentismo civil, persecusión a la prensa y oposición, corrupción e inflación quedan expuestas como la punta del iceberg de un estado pantagruélico que no ahorró nada de las tremendas arcas que gozó en la última década. Sí, hay menos pobreza e indigencia. Sí, hay programas sociales operativos. Pero el costo en la calidad institucional y democrática no son aceptables.

HC se inventó y estableció un estándar político –bajo el que se moldearon Morales, Correa, Kichner- que regresaba a Fidel Castro –que le dio su bendición y se convirtió en su mentor- sin reconocer que la revolución cubana es un anacronismo y una contradicción. La suya fue una apuesta para remozar un modelo que clama -y asegura- justicia social pero al mismo tiempo hace tablarrasa de las libertades individuales básicas. Quiso tomar la posta de Castro como gran contradictor regional de EEUU, apoyando todos los proyectos políticos de izquierda, incluyendo la narcoguerrilla de la FARC. Fue el primero en intentarlo. Pero los caudillos no dejan nada para después. Venezuela sobrevivirá. Pero el chavismo, sin HC, con la guerra intestina que vendrá entre las facciones, no.

* El texto de Juan Jacobo Velasco ha sido publicado originalmente en el diario HOY.

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