Colegas en bronca

Vicente Albornoz
Quito, Ecuador

Hace tres años, Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, dos reconocidos economistas, publicaron un estudio en el que argumentaban que cuando la deuda pública de un país supera el 90% del tamaño de la economía, el crecimiento se frena abruptamente. Después se descubrió que habían cometido un error en los cálculos y se armó una gran pelea.

En realidad había muchas más conclusiones de Reinhart y Rogoff sobre la relación entre crecimiento económico y deuda pública, pero al que más llamó la atención fue esa del frenazo de la economía. Pero, como lo demostró Thomas Herndon, un economista mucho más joven, justamente el cálculo que sustentaba esa conclusión era el que estaba equivocado.

Usando información de muchos países para varias décadas, los dos economistas estaban convencidos que si la deuda del Gobierno supera el 90% del PIB, la economía deja de crecer y comienza a contraerse. Resulta que con los cálculos corregidos, lo que se puede notar es que a partir de ese nivel de deuda la economía crece un poco más lento, pero en ningún caso se contrae.

Cuando vi el tan criticado estudio no lo tomé muy en serio, porque ese tipo de investigaciones suele hacer demasiadas generalizaciones y, sobre todo, ignora las características específicas de cada país. Obviamente es distinto que un país se endeude cuando su población es joven o cuando tiene una especial riqueza natural que si se endeuda con una población que está envejeciendo o cuando carece de recursos naturales.

También las diferencias culturales son relevantes y son igualmente ignoradas en estudios como este. Hay países donde existe una cultura de cumplimiento de las obligaciones y de que cualquier sacrificio es justificado si de cumplir con una deuda se trata. Por otro lado, hay países donde estar morosos de una deuda no es mal visto y más bien donde cualquier escusa vale para dejar de pagarla. Evidentemente, la capacidad de endeudarse y el crecimiento económico de cada país dependerá de todas esas características, al igual que la relación entre deuda y crecimiento.

Pero mucha gente tomó al estudio como una demostración de «lo absurdo que es tener déficit y de endeudarse» y cuando se hizo público el error, se lo tomó como una demostración de «lo absurdo de oponerse a los déficits y la deuda» y en esa pelea están enfrascados muchos economistas norteamericanos.

Pelea improductiva, porque no va a la raíz del problema que es descubrir qué relación hay entre la deuda de un Gobierno y el crecimiento económico de un país y, lo más importante de todo, por qué esa relación es distinta en unos países que en otros. Pero por ahora, al igual que en una telenovela, la pelea es tan improductiva como entretenida y quienes se han involucrado en ella (incluso algún Nobel) han derrochado frases y argumentos fascinantes.

* Vicente Albornoz ha publicado este texto originalmente en El Comercio.

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