País de triple moral

Marlon Puertas
Guayaquil, Ecuador

El discurso del Tin Delgado en la Asamblea ha pasado, para vergüenza nuestra, a la historia. Y no por lo que todo el mundo ya ha dicho en dizque profundos debates, que en realidad son un choque de intereses particulares, sino porque ha dejado en evidencia que seguimos siendo el mismo país lleno de complejos de siempre, y somos incapaces de agarrar el tema con honestidad y seriedad, para intentar comenzar a sanar unas falencias profundas que nos impiden ser una nación de verdad.

Es una lástima. Cuando hay la oportunidad de plantearse discusiones serias sobre nuestras taras, todo termina convertido en quien lleva más agua para su molino. El remedo de debate acaba en quien aprovecha mejor la metida de pata del enemigo, para reivindicar con sus torpezas nuestro pretendida superioridad intelectual y moral – palabras grandes- en un campo de batalla lleno de soldados famélicos que solo quieren cobrar su venganza.

Lo sabemos todos. Ecuador es un país repleto de racismo, de intolerancia, de exclusión, de demagogia, de populismo, y de esa maldita pretensión de creer que quien no está con nosotros vale menos que un pepino. Y nada ha cambiado, desde entonces. Cambian los protagonistas, cambian las cúpulas, se modifican las formas, se alternan los apellidos, unos más castizos que otros, pero la actitud sigue siendo la misma, esa repudiable que entierra a los más débiles, pero los débiles auténticos, no aquellos que se embadurnan de fragilidad solo para su propia conveniencia.

Mientras tanto, de nada servirán las pretenciosas revoluciones que dejan intacta la división que ya parece eterna en una sociedad pequeñita, que por lo menos en estas cuestiones básicas, debería tener firmado, hace años ya, un código de honor. No se trata de constituciones, no se necesita meter a la cárcel a nadie por esto. Solo se requiere aplicar lo que no está escrito y no lo está, porque no es necesario, pues se supone que seguimos siendo humanos y no unas bestias que se engullen unas a otras.

El hecho es que la doble moral nos ha quedado corta. Dependiendo de nuestra cómoda posición, adoptamos el discurso que convenga de acuerdo al momento histórico que nos ha tocado. Llegan entonces las modas de la inclusión, del respeto por las minorías sexuales, de los abrazos con los indios y negros. Todo falso, déjenme decirles. Son imágenes repletas de hipocresía que siguen el guion trazado por una mente más despierta que ve más allá que el resto, y que el resto se esmera en imitar, sin cuestionar absolutamente nada.

Ecuador está repleto de gente que no sabe leer bien, y si sabe leer, no entiende nada de lo que lee. Y si alguien lo entiende, no lo cuestiona, porque nadie le enseñó que no todo lo que está escrito es la pura verdad.  Y si hay uno por allí que quiere cuestionar, se lo calla, porque hay uno más poderoso que le impuso el silencio, a las buenas o a las malas, pretendiendo que su genialidad sea la única que prevalezca. Y así podrá funcionar un país, jamás una nación.

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