El rol de la CELAC para la construcción de una nueva visión latinoamericana

Renato Rivera

Renato Rivera Rhon
Quito, Ecuador

En diciembre de 2008, el ex presidente Luiz Ignacio Lula de Silva convocó a los treinta y tres países de América Latina y el Caribe con la visión de establecer “una acción colectiva de los países del sur”. Esta convocatoria fijó algunos lineamientos de lo que sería la Cumbre de América Latina y el Caribe (CALC).Un año más tarde, México propuso conformar la Unión Latinoamericana y el Caribe (ULC) en concordancia con los lineamientos del Grupo de Río. Finalmente, estas propuestas se materializaron en el año 2010 bajo el nombre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), con la visión de promover la concertación política, impulsar la integración regional, promover la cooperación y fomentar procesos de diálogo con otros Estados, grupos de países y organismos regionales.

Para entender la innovadora visión política de América Latina y el Caribe, hay varios factores que determinan el surgimiento de la CELAC. Durante los últimos quince años, la región ha experimentado importantes transformaciones estructurales respecto al rol protagónico del Estado frente a los procesos de relacionamiento internacional, este rol sin duda se materializó en el cuestionamiento público de los líderes latinoamericanos respecto al rol de Estados Unidos en la política exterior latinoamericana. Segundo, la región comprendió que es necesario responder desde una perspectiva propia, necesidades de fondo que lastimosamente no han sido reconocidas bajo el Sistema Interamericano. Adicionalmente, en Latinoamérica se visualiza una mayor estabilidad política, lo que permite dar aún mayor continuidad a las políticas de desarrollo socio-económicas. De hecho, esta continuidad redujo significativamente la pobreza, canalizó políticas públicas a sectores prioritarios y efectivizó la inserción estratégica a nivel mundial.

Por otro lado, la CELAC ha permitido a varios Estados relacionarse nuevamente intrarregionalmente. Desde la creación de NAFTA en 1994 (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), la política mexicana se inclinó hacia Estados Unidos, lo que significó romper lazos de amistad con el país más polémico de la región. México rompió relaciones con Cuba en 1999, luego que el ex presidente Zedillo criticara abiertamente la situación de derechos humanos en la isla.

Frente a esto, la reacción del entonces presidente Fidel Castro fue inmediata, llegando a tal impasse que aerolíneas mexicanas suspendieron sus vuelos a La Habana. Esta situación cambió en enero de 2014, luego que el presidente mexicano Enrique Peña Nieto asistiera a la Cumbre de la CELAC con la intensión de entablar “una nueva página en la historia”. Este éxito reanudó relaciones comerciales con la isla y por otro lado, esta reanudación diplomática significó que el gobierno mexicano condone el 70% de la deuda que Cuba mantenía con México. En esta línea, es claro mencionar que la CELAC es quizás una de las oportunidades más importantes de Cuba por realinearse políticamente a la región, tomando en consideración que por imposiciones políticas, Cuba no forma parte de la OEA, lo cual significó aislarse momentáneamente de América. Esta situación cambiaría con la fundación de CELAC, fundación que visualizó incluir a Cuba en una América Latina unida. El impacto en la isla del Caribe fue tan acogido, que durante su presidencia pro témpore en el 68 sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas, Cuba asume por primera vez desde 1959 una postura que representa la visión de América Latina y el Caribe, hecho que sin la CELAC, no hubiera sido posible.

Es así que cinco años más tarde, el Ecuador asume la presidencia de la CELAC con el ambicioso objetivo de establecer metas conjuntas para erradicar el hambre y la pobreza. Durante este año, los desafíos para Ecuador son muy grandes. Por un lado debe lograr la integración política tomando en consideración los fracasos de los mecanismos de integración regional que han precedido a la CELAC y por otro lado debe impulsar mediante la voluntad política existente, la visión de una América Latina justa e incluyente, sin dejar de lado una visión multidimensional y diversa que caracteriza a la región.

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