En busca del culpable

Esteban Noboa Carrión
Guayaquil, Ecuador

Cuando uno se convierte en padre, una de las tareas más recurrentes en la educación de los hijos recae en enseñarles a ser responsables de sus propios actos, a asumir la culpa cuando se cometen errores y a enfrentar las consecuencias de los mismos. Y quizás la conducta más difícil de corregir es la de endilgar culpas a otros tratando de deslindar toda responsabilidad por un hecho concreto. El famoso “fue culpa de él”.

Resulta que en la política ecuatoriana esta conducta se ha vuelto incorregible y parece ya un vicio inevitable y adictivo para muchas personas. Si algo no sale como se preveía, hay que encontrar algún culpable. Y claro, ese culpable nunca es uno o uno de los suyos. Ahora, sin mayor justificación, el denominador común recurrente es: “la culpa es de Lasso”. Los políticos y politólogos lo sueltan con tal ligereza que más parecen niños malcriados que informados sujetos de opinión.

Es así que César Montúfar no dudó en endilgarle la culpa a Guillermo Lasso de su fracaso al terciar por la Alcaldía de Quito. Lasso es el culpable de la victoria de Yunda por no haberlo apoyado a Montúfar. Así, sin más. Olvida Montúfar que él caminó con Lasso en aquellos días en que Compromiso Ecuador luchaba en las calles del país en contra de las enmiendas propuestas por Rafael Correa. Y olvida que poco después se estrechaba la mano con Jaime Nebot y Ramiro González de cara a las presidenciales de 2017, cuando lo consecuente de su parte debía ser apoyar a Lasso, quien además, fue la opción más viable en esa campaña. Luego, resulta inverosímil pensar que tamaña traición no le pase factura. El culpable del fracaso de Montúfar no es Lasso, sino el propio Montúfar.

Otros atribuyen la culpa del triunfo de Yunda a Lasso por el hecho de haber auspiciado la candidatura de Juan Carlos Holguín, quien a propósito demostró una decencia inusitada en la política ecuatoriana. Nada se dice de los que auspiciaron la de Paola Vintimilla y la de Juan Carlos Solines. El culpable es Lasso. ¿Por qué? Porque sí.

Algo similar sucedió cuando a Lasso le fue arrebatada la presidencia en 2017 habiendo luchado con una desventaja sin par en contra de un Estado de propaganda y candidato. Su lucha contra el correísmo y el haber llegado hasta esas instancias fue digna de aplausos. Pero para muchos el no haber logrado revertir el resultado del CNE, fue culpa de Lasso. El no haber incendiado Quito, fue culpa de Lasso. El haber escuchado a sus asesores, fue culpa de Lasso. No. Los análisis engloban muchas circunstancias que deben tenerse en cuenta en los contextos en que se producen los hechos. Lamentablemente, muchas veces el simplismo puede más que el razonamiento.

Guillermo Lasso se ha convertido en el chivo expiatorio de quienes ven la paja en el ojo ajeno y se hacen los ciegos con la viga en el propio. Tiene sus aciertos y sus errores, sí. Pero no es responsable de los fracasos de otros.

Ya es hora de que los actores políticos asuman las responsabilidades que les corresponden por sus acciones y dejen de justificar sus fracasos en personas que poco o nada tienen que ver. La razón nunca debe pedir fuerza pero cuando no se quiere entender, no hay más que pegar un jalón de orejas. Y eso es lo que el Ecuador debe hacer con estas personas: darles un buen jalón de orejas.

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