Lasso Nebot Correa

Carlos Jijón
Quito, Ecuador

Siento discrepar con quienes sostienen, basados en el análisis de los resultados de las elecciones del domingo, que el correísmo ha resurgido y que ha llegado para quedarse. Pienso lo contrario: veo que la revolución ciudadana cae en picada, que está siendo fagocitada por el Partido Social Cristiano, y que Jaime Nebot terminará por reemplazar de manera natural el espacio de Rafael Correa como un líder populista a nivel nacional, y que enfrentará a la derecha democrática de Guillermo Lasso en las elecciones presidenciales de 2021.

Cierto que Paola Pabón ha ganado la Prefectura de Pichincha. Que Luisa Maldonado ha llegado segunda en la carrera por la alcaldía de Quito; y que Pierina Correa ha obtenido también un sorpresivo segundo lugar en la elección de la Prefectura del Guayas. Pero es cierto también que todas ellas han alcanzado apenas alrededor de un 20% del voto.

En las últimas elecciones presidenciales, que llevaron al poder a Lenín Moreno, el correísmo obtuvo, según yo, poco menos del 50% del sufragio. Un año después, cuando ya en el poder Moreno convoca a una consulta popular para impedir que Correa puede lanzarse a la reelección y reelegirse indefinidamente, el NO (o sea el voto correísta) obtiene alrededor del 36%. Hoy están en 20%: han caído 30 puntos en dos años.

El análisis es válido incluso en Manabí, donde el correísta Leonardo Orlando se impone en la Prefectura de la provincia con el 28% de los votos, apenas tres puntos encima del candidato de CREO, Jaime Estrada. Para una provincia en la que, el año pasado, el 56% votó por el NO a la consulta de Moreno contra Correa, el triunfo de Orlando parece endeble.

Con un detalle que me ha llamado la atención. Nadie preveía estos resultados porque las encuestas no los mostraban: en el mundo de las encuestas, el correísmo había desaparecido. Y esto puede tener dos explicaciones lógicas: o mentían las encuestadoras o mentían los encuestados. Sospecho que la segunda hipótesis es la correcta: el correísta se ha vuelto un voto vergonzante. Ya no es un orgullo decir en voz alta que se vota por la revolución ciudadana, ahora es un voto que se oculta.

Lo que los comicios parecen demostrar, es un trasvase, lento pero seguro, del voto correísta hacia el electorado socialcristiano. El fenómeno es más acentuado en la Costa, donde el electorado de Correa no era precisamente de izquierda sino más bien populista. Desaparecido el líder autoritario y gritón, ese votante ha regresado sus ojos hacia Jaime Nebot, lo cual explica el fortalecimiento del PSC, particularmente en Guayas, Los Ríos y Esmeraldas.

¿Significa esto que las presidenciales de 2021 se definirán entre el PSC y el correísmo como proclaman los analistas de Twitter? Me parece que no. No solo porque el correísmo cae en picada y  su electorado populista va girando hacia Nebot. Sino fundamentalmente porque el dilema del Ecuador durante las últimas décadas no ha sido entre izquierda y derecha, sino entre autoritarismo y democracia.

Eso fue el enfrentamiento de Abdalá Bucaram y Rodrigo Borja en 1988. El de Jaime Nebot y Sixto Durán Ballén en 1992. El de Álvaro Noboa y Jamil Mahuad en 2000. Incluso el de Álvaro Noboa y Rafael Correa en 2007, cuando mucho creímos que Correa representaba un proyecto democrático ante el populismo plutocrático y autoritario de Alvarito.

Por lo que el análisis de que una derecha dividida entre Jaime Nebot y Guillermo Lasso podrían permitir el triunfo de un emergente Correa, me parece desenfocado. Correa no puede ser candidato y ni Pierina, ni Paola Pabón, ni Leonardo Orlando, tienen la talla para reemplazarlo. Aquí no hay dos candidatos de derecha y uno de izquierda. Aquí lo que parece dibujarse en el horizonte son dos candidaturas de derecha:  un populismo autoritario y un liderazgo democrático. Y el pueblo, que es intuitivo, lo entenderá.

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