El cura Tuárez y su combo

Alberto Molina

Alberto Molina Flores

Guayaquil, Ecuador

Un elemento que resultó ser la caja de resonancia del inefable prófugo de la justicia, Rafael Correa, fue el cura Tuárez; haciendo gala de su arrogancia y encumbrado en su vanidad, desafió a todo mundo. A la congregación religiosa a la que pertenece. Los votos de humildad, de pobreza de obediencia le importó un pito. Igual uno del 10 mandamientos: no mentir.

Engañó al CNE-T, presentó falso testimonio de los documentos que entregó bajo juramento. Desafió a la Asamblea Nacional, en su comparecencia torpemente desconoció la autoridad del Primer Poder del Estado, dijo que no tenía porqué comparecer, dio bendiciones y abandonó el recinto. Hizo caso omiso a lo señalado por la Corte Constitucional, de no revisar lo aprobado por el CPCCS-T.

En cada acto eran intervenciones de desafío, acompañado siempre de garroteros asalariados que le vivaban y que agredían a la prensa y a los ciudadanos que no estaban de acuerdo con el proceder del cura que hablaba con Dios. De Él recibió la orden de que convoque a una Constituyente.


Desde el primer momento que supo que fue elegido por el «apoteósico» resultado de 7.11,% del electorado, creyó que contaba con el respaldo del pueblo ecuatoriano como manifestaba en sus enredadas intervenciones. Su efímero paso por una importante dignidad de elección, quedará simplemente como una anécdota de nuestra política macondiana.

Sin duda que el cura Tuárez estaba vendido al diablo como manifestó su superior. Este momento estará en su sopor de sueño de perros.
La decisión de la Asamblea de haberle seguido el Juicio Político y la mayoría, acertadamente haberle censurado y destituido a este mal ecuatoriano y su combo, es aplaudido por la mayoría de ecuatorianos.

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