¿Argentina baila su último tango?

Ricardo Noboa Bejarano

Guayaquil, Ecuador

¿Con qué me quedo, con el bienestar o con el orgullo? La moneda local representa el orgullo. La moneda fuerte, el bienestar. Y si no pregúntenle a Europa si extraña el mosaico de monedas que existía antes del Euro.  Es romántico ver el perfil de Sucre, o de Bolívar, o de Martí en nuestras monedas. Representa la historia.  Al respecto, durante agosto y con motivo de celebrarse los 40 años del retorno a la democracia, la televisión ha hecho un repaso, que se replica en redes sociales, en torno a los hechos mas trascendentes desde el retorno a la democracia.

Se señalan muchos, ciertamente, y se destacan los liderazgos fuertes, enérgicos, tan a tono con las teóricas necesidades de la República, que demandan, supuestamente, de estos liderazgos. Sin embargo, pienso que nada ha influido tanto en la vida de los ecuatorianos como la dolarización, que vino hace ya 19 años, y vino para quedarse. Porque la dolarización terminó con la mentira de una moneda débil y eliminó las continuas devaluaciones que pulverizaban la economía de los mas pobres. Y terminó con la inflación, o al menos la disminuyó drásticamente.

¿A cuánto hubiera dejado Correa el dólar con sus repetidos ataques a la seguridad jurídica, a los inversionistas de aquí y de allá, y sus continuos cambios a las leyes? Posiblemente hubiéramos tenido varios “nuevos sucres” en los últimos diez años. La lucha antiterrorista, la victoria del Cenepa y posterior acuerdo de paz con el Perú fueron hitos históricos importantes, pero creo que ninguno afectó tanto la vida de la gente como el acostumbrarse a manejar una nueva moneda, vivir con ella y disciplinar, en lo posible, al Gobierno.

Argentina retornó a la democracia en 1983 con Raúl Alfonsín. Son 36 años desde entonces. Así como nosotros tuvimos tres Presidentes en 1987 (Bucaram, Arteaga y Alarcón) y luego tres gobiernos en 24 horas  (Mahuad; el triunvirato Vargas, Solórzano, Gutiérrez; y, Noboa), Argentina tuvo cinco Presidentes entre diciembre de 2001 y enero de 2002, es decir en un mes:  De la Rúa, Puerta, Rodríguez Saa, Caamaño y Duhalde.

Inflaciones galopantes, devaluaciones al canto, dólares paralelos, corralitos, y tantas otras taras propias de los populismos, que son la escopolamina del pueblo, al que adormecen transitoriamente con discursos sonoros, un poco de plata en el bolsillo y subsidios por doquier poniéndolos de espaldas a la realidad y oponiéndose a los intentos sensatos de disciplinar el gasto fiscal y la economía.

Ejemplo de demagogia y populismo  fue aquella visita que hizo al Ecuador Hebe de Bonafini, la líder de las madres de la Plaza de mayo, el año 2001 con la finalidad de oponerse a todo tipo de concesión de los servicios públicos y el traspaso de la gestión administrativa al sector privado, en clara distorsión de su rol de representante de los desaparecidos durante la dictadura para convertirse en  vocera de la izquierda y del populismo, como lo evidenció su posterior relación con el kirchnerismo.

Hoy, a dos semanas ya de las PASO, que son unas primarias extrañas  porque no son como las americanas donde se producen internamente en los partidos, sino que son abiertas y obligatorias, Macri la tiene color de hormiga, pues el electorado percibe que le será muy difícil remontar la diferencia que le han sacado los Fernández. Sin embargo, en estos lares Febres Cordero perdió la primera vuelta, ganó la “minivuelta” de Quevedo y terminó ganando la segunda, y Álvaro Noboa, en el 2007 ganó la primera vuelta y perdió la segunda.

De modo que revertir es posible. Macri llegó con todas las expectativas.  Pero en estos cuatro años ni se logró eliminar a Cristina del escenario electoral ni se logró revertir la crisis económica. Dos graves errores con los cuales ahora tiene que vivir hasta el 22 de octubre donde bailará lo que puede ser el último tango de Argentina, país al cual se le van acabando las oportunidades.  Difícil saberlo en un país tan rico pero a la vez tan acostumbrado a los subsidios y, con el perdón de muchos, a trabajar poco.  Quien sabe, a lo mejor, los economistas argentinos, tan académicos, tan buenos hablando y dando conferencias deberían pensar en que lo que Argentina debe hacer es lo que hicieron ya El Salvador y Ecuador: dolarizar y punto. Aunque ello, a los turistas, no nos convenga para nada.    

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