No volverán

Samuel Uzcátegui

Quito, Ecuador

“Si me dejan, seré candidato a la vicepresidencia de la República” dijo el prófugo Rafael Correa el pasado jueves 25 de junio sobre los comicios que se darán en el 2021 en el país. Parece que entre la cúpula de los expresidentes populistas del siglo XXI el nuevo plan a seguir es volver al poder como vicepresidente y creer que la gente será lo suficientemente inocente como para votar por la nueva cara del movimiento esperando un cambio, cuando será lo mismo, pero con otro nombre.

Quizás Correa quiera seguir el ejemplo que Cristina Kirchner dio. Sería sencillo ignorar el plan del Mashi, ya que las reglas le impiden candidatizarse, pero la historia reciente del Ecuador nos tiene acostumbrados a las sorpresas y peor aun cuando la aplicación de la ley depende de distintas interpretaciones generadas por galimatías e incongruencias plasmadas en la norma. Cuando la ley tiene más vacíos que llenos.

Recuerdo una conversación que tuve con mi familia en el verano del 2019 mientras vacacionábamos por Manta. Allí, evaluamos nuestro futuro como migrantes venezolanos en Ecuador y empezamos a considerar distintos escenarios que podría enfrentar nuestro país de residencia, entre esos el regreso de Correa. Fue un planteamiento que nos estresó en su momento, ya que implicaba la vuelta de un chavista que niega la crisis que nos hizo emigrar en primer lugar, significando que nuestra condición en el país enfrentaría varios problemas y habría que considerar la opción de partir a otro lado.  Con el pensamiento de que yo no huí del chavismo para vivir en correísmo, y todas esas ombliguistas lecturas que uno hace sobre su país adoptivo usando la experiencia propia como sustento.

Al mirar más allá de mi propia situación, el panorama se agranda y los riesgos crecen mucho más. Correa, un resentido social, personalista, corrupto y apologista de dictadores, podría volver y acabar el trabajo que inició en 2007, terminando de derrumbar al Ecuador en el nombre de la Revolución Ciudadana. Sumándole ahora el componente vengativo de recuperar el poder luego de que su endorsado, Lenin Moreno, no le siguiera la cuerda y se cayeran sus planes. Como cuando el principal antagonista sale de las sombras y toma el mando luego de que sus lacayos no cumplieran el objetivo.

Estamos hablando de un hombre que bastardeó las instituciones democráticas del Ecuador, que cercenó la libertad de prensa y que hizo todo lo humanamente posible para atornillarse en el poder. Un hombre que cree que el país es suyo, y que en sus años en la política se encargó de servirse a sí mismo y no a los ciudadanos. Un endiosado que no dudó en ser un negacionista de la crisis causada por sus aliados ideológicos en Venezuela y Cuba, y que también se encargó de subastar el futuro del Ecuador a China antes de partir. Un personaje que tiene procesos judiciales abiertos por casos de corrupción y cuyo activismo se reduce a pescar a río revuelto a través de tweets y entrevistas desde la comodidad de Bélgica, intentando escarbar las migajas restantes de la popularidad que alguna vez tuvo. No puede ser candidato, los corruptos no tienen segundas oportunidades.

Y no es ni por miedo, ni por pánico, ni por odio. Es un deber cívico encargarse de que la ley se cumpla y Correa no pueda ser una opción para las elecciones. Que no quede un precedente de que los criminales se candidaticen y busquen una victoria electoral para lavarse las manos de cualquier acusación al llegar al poder. Y que quede bien claro que respaldo popular—si lo tuviera—no se traduce a inocencia. Hasta el peor ser humano tiene un fanático.

La ignorancia de la ley no es excusa para su incumplimiento, y eso va para los juristas que hacen malabares intentando torcer a la norma para que no aplique a Correa y sí pueda presentarse a los comicios. Comprendo la postura de aquellos que quieren que se le permita postularse para que pierda en su propio terreno luego de pasar años jactándose de que tenía el apoyo del ‘pueblo’ de su lado, pero los corruptos pierden en juicios, no en elecciones. La derrota de los hampones se refleja en la sentencia de una corte y su posterior arresto, no en resultados dados por el Consejo Nacional Electoral.

La justicia funciona de maneras muy interesantes, y recuerdo cuando el fallecido golpista Hugo Chávez— a quien Correa llamaba amigo, indiscutible líder y ejemplo de pasión por América— gritaba en cadena nacional que los burgueses no volverán al poder. “No van a volver, hagan lo que hagan, se los jura Hugo Chávez, se lo vamos a hacer imposible”. El ‘no volverán’ se hizo uno de los principales clamados del chavismo, plasmando la frase en paredes y afiches, utilizándola repetidas veces en distintos discursos e incluyéndola en los lemas de distintivas publicidades. Con eso, criminalizaron a la oposición y justificaron la violencia hacia todo aquel que difiriera de la narrativa chavista.

Ahora, se dio vuelta a la tortilla y los que no volverán son otros. Chávez no volverá. Evo Morales no volverá. Michelle Bachelet no volverá. Lula Da Silva no volverá. Dilma Rousseff no volverá. Nicolás Maduro se irá y no volverá. Daniel Ortega se irá y no volverá. Cristina Kirchner volvió, pero no durará. ¿Y Correa? No volverá. Su legado será la inoperancia, la corrupción y los repetidos pisoteos a la democracia por toda una década.

Y si vuelve, será para enfrentar los procesos judiciales que tiene abiertos y pagar las consecuencias de sus actos.

Para nada más.

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