La vicepresidencia en el Ecuador

Alberto Molina

Alberto Molina Flores

Guayaquil, Ecuador

En nuestro país, el cargo de vicepresidente ha existido desde la Constitución de 1830 y el primer vicepresidente fue José Joaquín de Olmedo. La Constitución actual señala que “el Vicepresidente, cuando no reemplace al Presidente de la República, ejercerá las funciones que este le asigne”; contrario a esta disposición, recordemos que, desde 1946 hasta 1963, el vicepresidente ejercía la presidencia del Senado del Congreso Nacional; igualmente, entre 1978 y 1998, cumplía las funciones de presidente del Consejo Nacional de Desarrollo.

De acuerdo a la normativa actual, las candidaturas a la presidencia y a la vicepresidencia de la República del Ecuador deben constar en la misma papeleta y son elegidos en binomio, aunque en dos ocasiones hubo dos vicepresidentes elegidos de una papeleta distinta. Fue el caso de Manuel Sotomayor y Luna que, en las elecciones presidenciales de 1948, fue binomio de Manuel Elicio Flor, pero resultó electo vicepresidente cuando Galo Plaza Lasso fue presidente. Y, el otro caso es el de Jorge Zavala Baquerizo que, en las elecciones de 1968, resultó elegido vicepresidente y, en fórmula distinta, José María Velasco Ibarra, presidente.

En algunos pasajes de nuestra historia, la vicepresidencia estuvo vacante temporalmente, pero en la Constitución de 1851 fue abolida y restituida al siguiente año; asimismo, en 1906 se eliminó la vicepresidencia hasta 1946 que fue restituida, los presidentes eran subrogados por el Ministro del Interior.

Carlos Julio Arosemena Monroy asumió la vicepresidencia en binomio con José María Velasco Ibarra, en 1960; a poco tiempo empezaron a surgir serias diferencias que produjeron un distanciamiento entre los dos mandatarios; el presidente Velasco Ibarra acusó al vicepresidente Arosemena –que desde el Congreso se había convertido en cabeza de la oposición–, motejándole de “conspirador a sueldo”.

La Constitución de 2008, en su Art. 149, señala: “Quien ejerza la Vicepresidencia de la República cumplirá los mismos requisitos, estará sujeto a las mismas inhabilidades y prohibiciones establecidas para la Presidenta o Presidente de la República y desempeñará sus funciones por igual período”.

En Ecuador, la Constitución es papel mojado. Vamos por el cuarto vicepresidente, en promedio uno por año. Otto Sonnenholzner renunció y fue despedido con abrazos y honores militares; una figura joven, fresca, sin historial político y con gran respaldo económico, cumplió a cabalidad el libreto Moreno-Cuesta. Parodiando al escritor británico Charles Lutwidge Dodgson, que escribía bajo el seudónimo de Lewis Carroll, podemos decir que el segundo mandatario renunciante, en su despedida, nos contó un fragmento de la novela “Otto en el país de las maravillas”, nada dijo de la pandemia de la corrupción, del desastre de la situación económica, social y política, de la gigantesca deuda y desempleo, etc., responsabilidad del gobierno del cual fue parte.

Ahora más que nunca, los partidos, movimientos políticos y los candidatos deben esforzarse por dignificar la política, para que no sea una mala palabra y, sobre todo, que el ser político no sea una vergüenza.

Los ecuatorianos estamos en la obligación de no volver a equivocarnos, debemos elegir como Presidente y Vicepresidente de la República a un binomio de estadistas honestos, con liderazgo y firmeza, participativos, tolerantes, respetuosos de la Constitución y de las leyes, y, sobre todo, democráticos.

Más relacionadas