Pablo Játiva
Melbourne, Australia
Una constante dentro del correísmo en estos seis años de gobierno ha sido la violencia política, ejercida con toda su ferocidad y contundencia, siempre utilizada como importante herramienta de manejo de encuestas: mientras más violento es el presidente en su actuar, mayor es la popularidad. En esa lógica, no hay ataque que sorprenda, sean estos basados en argumentos ideológicos –el ataque a la derecha, al neoliberalismo, a la izquierda infantil–, económicos –a los ricos, a los aniñados–, y hasta encontramos ataques políticos basados en defectos físicos, profesiones y apellidos, es decir, no hay un límite aparente cuando de desacreditar al rival se trata. Y eso, desde la lógica del control de la popularidad y el poder, se ha hecho siempre y a todo nivel. El correísmo no inauguró la violencia política en Ecuador, pero si la perfeccionó y radicalizó.
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