Certezas para nuestra época
Guayaquil, Ecuador
Hace pocos meses, -marzo y abril para ser más exactos- muchas personas en el mundo «contuvieron el aliento». La guerra entre Corea del Norte con Corea del Sur y su aliado los Estados Unidos de América era casi inevitable. Los únicos que no parecían –quizá porque sabían demasiado— asustados ni nerviosos debido a que no iba a estallar la famosa contienda eran los ciudadanos de Corea del Sur. De los del Norte, imposible saberlo por razones fácilmente comprensibles. Las declaraciones del líder norcoreano subían ciertamente de tono cada media hora. Su lenguaje bélico encendía titulares y cables y convocaba a expertos a programas internacionales para dar su criterio mientras en la pantalla aparecían tanques, misiles, soldados y toda la parafernalia bélica posible. Ciertamente, ni los gobiernos de Corea del Sur ni Estados Unidos se contagiaron del lenguaje. Unas pocas declaraciones y unos cuantos movimientos en medio de la expectativa mundial.
