
En busca del trono vacante
Quito, Ecuador
No hay dónde perderse: Julian Assange ha preferido parecer héroe, encerrado indefinidamente en la embajada ecuatoriana en Londres, que afrontar un juicio por violación en una corte de Suecia. Y es que el 19 de junio, el día en que aceptó ser huésped del gobierno de Rafael Correa, Assange debió saber (y si no lo sabía es muy torpe o muy ingenuo) que, al violar los términos de su detención domiciliaria y refugiarse en una misión diplomática, se estaba condenando a un encierro largo y sin esperanzas en una oficina pequeña, obscura y húmeda, pues se había despojado de toda posibilidad de recibir del gobierno británico un salvoconducto para salir de Inglaterra. ¿Por qué lo hizo, entonces?