Juguete costoso
Plagar el escenario con normas es la mejor forma de hacer que se pierda el respeto por la Ley. Multiplicar innecesariamente el ordenamiento legal solo lo hace incomprensible. A la promiscuidad legislativa, tara crónica de nuestra cultura política, se añaden cambios constantes de normas apenas salidas del horno, delatando la coyuntura y la superficialidad en su tratamiento, con siete reformas tributarias en apenas cuatro años como botón de muestra. Y para guinda del pastel, están las imprecisiones y los vacíos, que convierten en la práctica al reglamento del Ejecutivo en el instrumento que acaba de dar contenido a la ley.
