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Quito, Ecuador
Con esta frase de guerra, el Chapulín Colorado lanzaba el combate convencido de que su grito convocaría a muchos y desataría una verdadera cruzada. Segundos más tarde, un Chapulín solo y ridiculizado retornaba al grupo con la cabeza gacha y el espíritu desinflado.

 
	 
	 
	 
	 
	 
	 
	