toros
Suspenden última corrida de la Feria de Quito
Hermoso de Mendoza corta tres orejas y sale por la puerta grande
Quito, 4 dic (EFE).- El español Pablo Hermoso de Mendoza y el ecuatoriano Sebastián Peñaherrera, que tomó la alternativa, cortaron hoy orejas en una corrida de rejones de la feria de Jesús del Gran Poder, en la que el también ecuatoriano Wilson Valladares cosechó una ovación.
Campos indulta al toro y sale por la puerta grande en Tambillo
Quito, 30 nov (EFE).- El novillero mexicano Brandon Campos salió hoy por la puerta grande de la plaza portátil Vista Hermosa, instalada en Tambillo, a unos 30 kilómetros al sur de Quito, al cortar una oreja en su primera aparición e indultar al segundo en suerte.
El Fandi indulta un toro y sale en hombros en Latacunga
La tarde en solitario de El Fandi en Latacunga tuvo un gran final con el indulto del cuarto toro de Triana. Hasta ese momento sólo había cortado una oreja del primero de la tarde. El segundo fue un toro que presentó complicaciones en la lidia y el torero no mató bien. La faena del tercer toro se presentó con altibajos.
Congreso de España vota en favor de las corridas de toros
Quito y sus fiestas
Quito, Ecuador
Festejar a Quito, en mis primeros años, era una hecatombe barrial entre el 4 y el 6 de diciembre… maratónicos campeonatos de cuarenta, concursos para todos los gustos y edades, las calles cerradas y el ánimo social ferviente, a fuerza de hornados y algo de alcohol (whisky escocés, eran los setentas, ni que vainas…). De los toros, la tauromaquia, me enteré años después, básicamente por ser víctima de la monopolización de los programas taurinos en TV, en la noche, repletos de expertos españoles que explicaban con un acento peculiar cada posición del torero y su rival. Mis padres, profesionales jóvenes ambos, me aconsejaron risiblemente asimilar esas explicaciones como una especie de penitencia decembrina que todo mortal debía aceptar previas las fiestas navideñas y de fin de año, más regalonas y entendibles, más cercanas.
Fin de Fiesta
Quito, Ecuador
Así llaman los flamencos al número con que cierra el espectáculo de este género musical, único, ritual. Siempre en palo de bulerías, semicorcheas de tres por cuatro, aire festero, mucho jaleo, a compás distendido, la última representación es una catarsis, la liberación del nervio contenido, el ajuste desenfadado a la clavija de la tensión vital, porque los gitanos no suben al escenario a interpretar música, sino a perseguir su identidad, a dejarse la piel, a comprobar que existen.
