El loco de Dios en el fin del mundo (2025)

Andrés Cárdenas Matute

Quito, Ecuador

Más allá de la suerte con el timing del libro, que coincidió con la muerte de Francisco, gran parte del éxito de “El loco de Dios en el fin del mundo” tiene que ver con su perspectiva: un escritor que se autodefine como ateo y anticlerical es invitado a acompañar al Papa en su visita a una de las comunidades católicas más pequeñas, la de Mongolia. Esto, al parecer, teñiría a la obra de una imparcialidad que la salvaguarda de cualquier intento ideológico; al menos, del intento ideológico por parte del catolicismo. Y en gran parte es verdad. Cercas, sin esconder sus opiniones, se acerca a la Iglesia, a Francisco, a quienes trabajaban con él y a un puñado de cristianos, con la curiosidad de quien quiere escuchar lo que esas experiencias tienen de valioso. Se rinde ante la figura de Francisco, pero eso no obstaculiza su tarea de perfilar un contorno no idealizado: un perfil compatible con testimonios negativos de su juventud, con salidas de tono durante su pontificado, o con manifiestos errores. El libro también es el gesto de amor de un hijo a su madre. La mamá de Cercas, afectada por el Alzheimer, es católica y vive con la certeza de que cuando muera estará nuevamente con su esposo. El escritor quiere transmitir este mensaje a Francisco y, si es posible, llevar unas palabras de vuelta. “Con toda seguridad”. Pero más allá de la centralidad de este tema –el de la vida eterna–, el gran descubrimiento de Cercas es que si todos los cristianos fueran como los misioneros que él conoció en Mongolia, la Iglesia se renovaría automáticamente. Al menos se renovaría esa Iglesia que tiene el español en mente, una Iglesia que –como diría Armando Matteo– sufre también de invierno demográfico, que no da a luz muchas vidas. Es interesante que muchos católicos, al conocer el enfoque del libro, lo primero que pregunten es: ¿Se convirtió? Como si hacia allá irían todos los esfuerzos, como si la fe no fuera un grano de mostaza, ese grano de trigo que hace crecer Dios en silencio durante la noche, sino una camiseta más en el carnaval del baile identitario. ¿Buscar no es, acaso, ya estar convertido? ¿Qué pensarán sobre esto los misioneros que están en Mongolia?

Más relacionadas