El San Biritute vuelve a Sacachún

Luego de décadas de pugna, el monolito San Biritute será removido del Museo Municipal de Guayaquil y trasladado a la comuna costeña de Sacachún.

Según informó diario El Universo en el Museo Municipal de Guayaquil empieza hoy el desmontaje de San Biritute, el monolito de 2,35 metros de altura y casi una tonelada de peso que hoy retorna a su sitio de origen, la comuna Sacachún del cantón Santa Elena, en la provincia del mismo nombre, anunció Esteban Delgado, director del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC).

El funcionario explicó que técnicos supervisarán la labor de desmontaje y traslado del tótem, que en una caravana acompañada por comuneros de Sacachún, partirá en ocho buses desde las calles 10 de Agosto y Pedro Carbo, hacia los cantones La Libertad y Santa Elena, para luego entrar por el recinto Buenos Aires y finalmente llegar a Sacachún, donde será recibido en una ceremonia especial alrededor de las 16:00, a la que acudirán autoridades locales y nacionales.

Se estima que el monolito, al que generaciones pasadas le atribuían el poder de la fertilidad, fue sacado de la comuna en 1949 por la guardia municipal de la época. Regresa a su lugar de origen después de unos 62 años, por lo que su regreso es un hecho trascendental para los comuneros de esta localidad, que con la llegada del tótem buscan que se ejecute un plan turístico para recuperar el desarrollo de la población.

El 9 de Octubre de 1993 diario HOY publicó una reseña sobre la historia de San Biritute:

Cuando Carlos Zevallos Menéndez lo descubrió, al mirar al tótem
fálico, exclamó en un latín popular «Santa virtute», lo malo que
la gente escucho San Biritute.

«Ya, no te preocupes, solo pídele a Dios, El te va a hacer caso,
El lo entiende todo». Todos los habitantes de este planeta, de
una manera o de otra invocamos a diario a ese ser superior,
fuerza mágica o simple voluntad, para hacer nuestras vidas más
llevaderas. Estas ideas y concepciones humanas tienen las más de
veces una representación física que tiene carácter de religiosa y
de sacra, esto es un hecho general para el hombre y para las
sociedades.

Pero, ¿qué sucede el momento en que la representación de esta
espiritualidad tanto individual como social es arrancada del seno
del pueblo que la creó? Esto fue lo que sucedió en la década de
1940 con una pequeña comunidad en la Península de Santa Elena de
nombre Sacachún. En esta comunidad existió desde el siglo
pasado, una figura que consistió en un hombre tallado en una
piedra marina, el cual tenía un gran pene que estaba señalado por
uno de sus brazos y rodeado por el otro.

Cuentan los habitantes de esta pequeña comuna dedicada a la pesca
y la agricultura, que se realizaban ritos a la lluvia los cuales
consistían en golpear con una correa o látigo al ídolo, mientras
las mujeres realizaban una serie de actos de dolor por la
mutilación de la deidad. También se sabe que hubo celebraciones
de difuntos por medio de ritos que se ofrecían a San Biritute
cada dos de noviembre de todos los años.

La comunidad Sacachún tenía la figura en el centro del pueblo, y
como producto de la colonización de la sociedad occidental y de
la Iglesia Católica, en este sitio había también una cruz de
madera; aquí se evidencia de la mejor manera el sincretismo entre
dos pueblos, el contacto cultural que vivieron y que siguen
viviendo las culturas de nuestro continente.

Luego pasaría lo increíble. Bajo órdenes del entonces alcalde de
Guayaquil, Carlos Guevara Moreno, y con ayuda de la fuerza
pública se separó a San Biritute de su lugar de origen, de su
pueblo y de la gente que a diario lo adoraba y lo veneraba.
Nunca hubo conformismo ante estos hechos por parte de los
comuneros de Sacahcún, es más, se reclamó a las autoridades pero
no se tuvo respuesta alguna.

Lo más terrible de todo fue que San Biritute fue colocado en la
Avenida 10 de Agosto del centro de Guayaquil sin que nadie
pudiera darse cuenta del valor que tenía, cuantos caminantes por
allí pasarían sin siquiera alzar la vista y hacerle una
reverencia o siquiera una mueca al ídolo de piedra.

Pero la memoria vale más

Desde esos días la vida en Sacachún cambió, el campo antes verde
y pródigo se volvió opaco y seco. La lluvia se alejó de la
Península, y la miseria y la pobreza fue invadiendo a los
habitantes, muchos de los cuales se alejaron para siempre de su
tierra.

Pero lo que nunca sucedió fue que el olvido llegara a Sacachún,
se mantuvo vivo el recuerdo en sus habitantes y se pensó siempre
en el día en que su ídolo volvería. Talvez el recuerdo colectivo
mantuvo viva a esta comunidad hasta el presente año en el que,
luego de más de 40 años de espera, se decidieron viajar a
Guayaquil y pedir se devuelva a su señor principal, a solicitar
que no se lo tenga más fuera de su casa, ni de su gente.

Acudieron al Museo Municipal de Guayaquil y pidieron a su
director la devolución. En un principio pareció la idea más
acertada, pero por causa de la presión impuesta por grupos
conservadores que piensan que devolver a San Biritute a su pueblo
es volver a tiempos primitivos, no se puedo entregar el ídolo a
los sacucheneños.

Paco Cuesta, director del mencionado museo, es quien mantiene
bajo su responsabilidad a San Biritute, afirma que regresar el
ídolo a su gente es lo más acertado, y así lo ha expresado
públicamente: «a la comuna Sacachún se le privó de esta deidad en
un acto de intolerancia, de irrespeto y de inquisitoreal
ignorancia evangélica».

Pese al criterio ético demostrado por quien tiene a su cargo a
San Biritute, este todavía no ha sido devuelto, y lo que es peor,
existen muy serias intenciones de convertir a la deidad en una
pieza de museo, una pieza encerrada en una sala de la que no
podrá salir nunca, y nunca tendrá libertad para hacer llover o
para evocar a los antepasados de los Sacachuneños.

Y a propósito de los 500 años, ¿no sería más justo devolver a San
Biritute a sus verdaderos dueños? ¿o es que todavía pensamos que
la diferencia entre culturas es inaceptable? Reconocer la
pertenencia de este ídolo de piedra a su pueblo será un acto que
va más allá de la justicia, será reconocer que existen
diferencias entre los seres humanos y que la paz que todos
anhelamos se construye todos los días.

San Biritute fue encontrado en el cerro «Las Negritas», centro
probablemente de ceremonias muy importantes, junto a ocho
esculturas de piedra, de 8.55 mts, y con una circunferencia de
1.47 mts, en su parte más ancha. Son esculturas de hombres y
mujeres desnudos.

Refiere la historia, señala Wilson Cueva Roma, en Matapalo, que
San Biritute fue sacado en 1869 y desde 44 años es traído «entre
dos colchones» por hombres uniformados que lo «enterraron» en la
que se llamaría Avenida de los Dioses (avenida 10 de agosto),
después pasó a las bóvedas del Museo Municipal; se dice que fue
cercenado su miembro viril en «homenaje a la moral social, ya que
iba a estar a la vista pública.

Pero hay algo realmente lamentable, dice Cueva, el no darse
cuenta el gran conflicto que se produjo, ya que no se quitó a un
ídolo «se castró a un pueblo» que ha vivido por centurias
produciendo los granos de su supervivencia por intermedio de él.

San Biritute, era «castigado» para que vinieran las lluvias,
interesante actitud que nos hace recordar la vida sexual, la
eyaculación es el poder de fecundar, de producir, igual que lo
hacen las aguas con la tierra, les da vida a los que viven en
ella; a más de que el agua es el símbolo de lo inconciente,
psicológicamente quiere decir «espíritu que se ha hecho
inconciente».

Esto confirma, indica el presidente de la Asociación Ecuatoriana
de Psiquiatría e integrante de varios organismos afines, que el
culto de la fecundidad de la tierra y de la humana, era una forma
de expresión de su «impotencia» ante las fuerzas sobrenaturales a
las cuales no podían manejar y que tenían que encontrar algún
medio que les permita disminuir su ansiedad y lograr la
permanencia vital.»

Más relacionadas