La visita de Baltazar

Por Marlon Puertas

Baltazar Garzón ya mismo llega al Ecuador, y no sé si alguien le anticipó con lo que se va a encontrar. Mire, don Baltazar: si usted aceptó venir a nuestro país porque se ha convertido en las Naciones Unidas del crimen organizado, bienvenido sea. Usted tiene experiencia, tiene cojones y ha enfrentado, creo que con éxito, a mafias de peso europeas y americanas que ya no respetan límites ni se atrincheran en naciones grandes. Estamos invadidos, doctor. Nos están matando, ilustre magistrado. Y sus colegas jueces no se dan por enterados. Cómo será, para que vea, que hay más interés en condenar periodistas que en condenar criminales. Los mismos jueces que sentenciaron a los periodistas de El Universo liberaron a dos acusados de un crimen, aunque habían pruebas en el proceso que para ellos no tuvieron peso.

Pero la cosa no queda allí. Hasta en las alturas presidenciales hay condescendencia con los malos. Fíjese que el supremo les habló de amnistía y ni siquiera les planteó que pidan perdón al país por todas sus fechorías, exigiéndoles, eso sí, que no las vuelvan a hacer. Mejor no quiero calificar este tipo de actitudes. Usted, que es tan implacable, sabrá juzgar.

Ya vendrá y escuchará la frasecita «Prohibido olvidar». No le haga caso. Aquí todo el mundo tiene mala memoria, así lo prohiba la mamá de Tarzán. Tan olvidadizos somos, que incluso aquellos que nos caen a garrotazos pueden convertirse en beneficiarios de nuestros votos, que no los merecen. Perdón, no voy a hablar de política con usted, que tan bien ha separado el partidismo del Derecho.

Sí le quiero preguntar algo importante: ¿no me diga que usted viene a supervisar la conformación de la nueva Corte de Justicia, como parece que mal leí en un periódico? No puede ser. Le cuento algo: en dicho concurso, usted verá muchas cosas, algunas buenas, otras no tanto, muchas malas, bastantes malísimas. Si usted le cuenta al público las buenas, será proclamado como el más preclaro magistrado de la historia universal. Pero si, como todos lo conocemos, usted se lanza a revelar las malas, sufrirá la inmediata transformación de un ser iluminado a un espécimen limitadito. Así son las cosas por acá, nomás.

Así que, doctor Baltazar, no sé, debería pensarlo. Como le anticipé, si viene a luchar contra el crimen, su aporte es valioso, necesario. Su ejemplo sería enriquecedor y, si se queda para crear una verdadera escuela de jueces, nadie dudaría en proclamarlo Decano, con el jugoso sueldo que se merece.

Pero si viene a ser el padrino de la nueva Corte de Justicia, está de más, porque esa Corte ya tiene su padrino y hasta su madrina, que no hacía falta. En este asunto, las cosas están decididas, y usted no sería un tonto útil, que no lo es, pero sí un inteligente útil haciendo una tontería.

El Ecuador es un país que no tiene justicia, doctor. Y, ahora que lo pienso, España tampoco, según cuentan los indignados. Cada uno de nuestros países tiene sus problemas gordos, no resueltos, crecientes, y los ciudadanos se están cabreando allá, aquí, en todas partes. Creo que en su casa también lo necesitan, discúlpeme que se lo diga.

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