La máquina de guerra

Por Joaquín Hernández Alvarado

En su último libro, Eduardo Pizarro Leongomez define a la guerrilla campesina que surgió en Colombia a mediados del siglo pasado, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), como «La máquina de guerra». El título alude a la transformación de este grupo armado de orientación marxista leninista estalinista en una compleja organización militar sin ideología que cuenta entre sus estrategias de lucha con el secuestro, la extorsión, el narcotráfico y el terror, dirigida por una junta de siete miembros (Politburó) y con una cabeza visible, el Secretario General.

El discurso de identidad sigue utilizando la terminología típica de los manuales marxistas leninistas, lo que consiguió, sobre todo en el pasado reciente, que algunos despistados europeos encontrasen en los representantes de las FARC el buen salvaje que la civilización capitalista habría expulsado del paraíso.

La foto de Alfonso Cano muerto es impresionante. Nada queda de la figura del comandante guerrillero barbado que se paseaba al lado de sus compañeros armados del secretariado en los momentos de gloria de San Vicente del Caguán, cuando los efectivos de las FARC llegaban a los 18 mil combatientes, el Estado colombiano les concedía una región desmilitarizada para un dialogo de pares, mientras las fuerzas de la guerrilla andaban cerca de los cerros de Bogotá, como recuerdan los taxistas mientras toman la autopista de Circunvalar para llegar al centro histórico de la capital colombiana. La mueca de la muerte es definitiva.

Ahí comienza la piedad que en vida no tuvo el comandante guerrillero y que planteara quiza debates sobre los derechos humanos.

Los simpatizantes de Cano y de las FARC, pese a su degeneración de grupo revolucionario en máquina de guerra, encontraran motivos para protestar por su muerte e incluso hablar de ejecución. Al revés, la inmensa mayoría de los colombianos están contentos al parecer por su muerte, pese a lo lúgubre de las palabras.

Los ejecutados por el jefe guerrillero, que nunca tuvieron juicio previo ni derechos humanos, duermen el sueño del olvido y son irrecuperables para una justicia que nunca llegara.

La muerte de Cano y la parcial victoria sobre las FARC es una muestra de que las guerras contemporáneas son decididas por la inteligencia, las comunicaciones y los bombardeos selectivos por la aviación. Por el poder de la tecnología que alguien también irónicamente podría decir de las nuevas máquinas de guerra. Los soldados solo entran en último momento al terreno del combate.

Una de las mayores fortalezas del jefe guerrillero fue la naturaleza de la cordillera central en donde se escondía y que era prácticamente inaccesible para los ataques convencionales de las fuerzas militares. Ubicarlo, aislarlo, para luego bombardearlo fue lo primero: cuatro aviones Super Tucano lanzaron ocho bombas de 500 libras que dejaron arrasado el campamento.

Lo que no es seguro, sin embargo, es que el fin este cerca y que la máquina de guerra no se clone en mil pequeños grupos armados que sigan en la destrucción.

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3 Comments

  1. Buena metáfora lo de «máquina de guerra». Pero las FARC no son una máquina: son de carne y hueso, matan y mueren, hablan y escuchan, hacen elecciones de sus medios. Las máquinas no eligen, están programadas. La guerra irregular es algo muy ajeno a los intelectuales, a la gente de pensamiento: ellos pueden hacer de propagandistas, a favor o en contra, y sufrir consecuencias, pero no son decisivos en el campo de lucha. Los pensadores saben hablar y escuchar, no saben cómo combatir. Las bombas inteligentes, guiadas (¡?) desde un avión, son cosas especiales, de uso particular. Pero las cosas se deciden en tierra, con gente que sabe luchar, que tiene gusto por el combate, que no le tiene miedo a la sangre , ni la propia, ni la ajena. No soñemos con solucionar una guerra con tecnología e inteligencia, desde lejos, desde el cielo, desde nuestro escritorio computarizado. Hay que tener claros los principios y estar dispuestos a luchar por ellos, en tierra, a tiros. Es lo que ha sucedido en este suceso bélico.

  2. Buena metáfora lo de «máquina de guerra». Pero las FARC no son una máquina: son de carne y hueso, matan y mueren, hablan y escuchan, hacen elecciones de sus medios. Las máquinas no eligen, están programadas. La guerra irregular es algo muy ajeno a los intelectuales, a la gente de pensamiento: ellos pueden hacer de propagandistas, a favor o en contra, y sufrir consecuencias, pero no son decisivos en el campo de lucha. Los pensadores saben hablar y escuchar, no saben cómo combatir. Las bombas inteligentes, guiadas (¡?) desde un avión, son cosas especiales, de uso particular. Pero las cosas se deciden en tierra, con gente que sabe luchar, que tiene gusto por el combate, que no le tiene miedo a la sangre , ni la propia, ni la ajena. No soñemos con solucionar una guerra con tecnología e inteligencia, desde lejos, desde el cielo, desde nuestro escritorio computarizado. Hay que tener claros los principios y estar dispuestos a luchar por ellos, en tierra, a tiros. Es lo que ha sucedido en este suceso bélico.

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