Quien da cuerda

Por Bernardo Tobar
Quito, Ecuador

Una idea fecunda, conectar Asia con Latinoamérica para facilitar el intercambio comercial, dos regiones tan distantes en cultura, idioma, cosmovisión, raza, orígenes históricos, y desde luego en geografía. Y el riesgo, pues si las estadísticas, los estudios de mercado o la planificación estatal sustituyeran las inexistentes bolas de cristal, muchos estarían en el andén de las oportunidades, donde no hay más que unos pocos emprendedores. Y las ejecutorias, la acción para transformar la idea en resultado: más ecuatorianos trabajando para venderle al consumidor chino y viceversa.

Esto y más implica el reconocimiento que ha realizado el Foro Económico Mundial a un ecuatoriano, el único en esa lista, que ha pasado a codearse en una indiscutible galería de liderazgo internacional con el creador de Facebook, el fundador de Google, el primer ministro Inglés, entre otras personalidades, distinción que no es ciertamente la primera que ha recibido. Omito el nombre, pues aunque cualquiera que se interese puede descubrirlo en la web, me interesa resaltar el concepto, el valor de los liderazgos constructivos, desde la iniciativa personal y libre, que es donde el futuro de este país tiene su fuente de imaginación, único recurso inagotable, el más estratégico de todos.

La noticia, como sucede con las paradojas de valor simbólico, apenas se notó el 8 de marzo pasado, día de mucha bulla y pocas nueces. El país estaba demasiado ocupado con las marchas, contra-marchas, que si el salvoconducto de los buses, que la ceremonia indígena en Zamora, quién paga la movilización, que si la revolución vive, que si Alfaro reencarna, discursos allá, arengas acá, en suma el mismo sainete colectivo de siempre. Y a eso se le llama movilización, cuando lo cierto es que el Ecuador se paraliza con estas demostraciones, ya desde el poder o desde las desorganizaciones sociales; y se las tiene por procesos sociales, aunque en todo proceso, por definición, lo que entra sale cambiado, pero en nuestro circo social nunca cambia lo que entra. Y no lo hace porque esos actores que tienen copado el teatro de operaciones de la política son expertos de la negación, sin propuestas concretas de superación aplicables al ciudadano común, tan solo preocupados de sus privilegios étnicos o colectivos.

Pero los emprendedores, que transforman ideas en riqueza y amplían las oportunidades de trabajo -¿puede haber mejor obra social que esta?-, no son parte de ningún proceso social -para nuestros académicos, hacer empresa no es proceso social, ¿será entonces antisocial?-, no forman parte de ningún colectivo o comunidad con derechos especiales, no hacen titulares en primeras páginas, no tienen representatividad política, pero sus impuestos y los tributos de los negocios que han contribuido a multiplicar pagan los sueldos de cuanto académico o cientista social se sienta a escribir normas constitucionales, leyes o políticas públicas.

Estos emprendedores y empresarios -que no hay que confundir con los negociantes de coyuntura- son los líderes silenciosos que dan cuerda al Ecuador, que crean empleo mientras otros solo hablan de él.

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