Crónica de dos locuras argentinas

Por Gonzalo Peltzer
Buenos Aires, Argentina

YPF quiere decir Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Es una contradicción en el mismo nombre que los yacimientos fiscales de la Argentina sean de una empresa española. La expropiación de YPF no es otra cosa que la vuelta a los orígenes de YPF: el cumplimiento de una decisión soberana que tiene que ver con la protección de la fuente de sus combustibles y la dirección de su política energética.

Por eso la primera locura de esta historia es la que se cometió en 1990, cuando el presidente Carlos Saúl Menem vendió el control accionario de YPF a Repsol. Esa decisión fue aplaudida efusivamente por Néstor Kirchner, entonces gobernador de Santa Cruz, y por su mujer, la actual presidenta, entonces senadora o diputada nacional por la misma provincia, esencialmente petrolífera.

No fue la única privatización de Menem, a quien Kirchner calificó como el mejor presidente de la historia argentina. Menem y su ministro de Economía, Domingo Cavallo, vendieron a capitales extranjeros empresas del estado como Aerolíneas Argentinas, la Empresa Nacional de Telecomunicaciones, las productoras y distribuidoras de energía eléctrica…

Y los ferrocarriles, que habían sido nacionalizados por Juan Domingo Perón entre 1946 y 1948. La excusa fue uno de los más grandes engaños al pueblo argentino y –para mí– la muestra más patente de la imbecilidad colectiva argentina. De la noche a la mañana se desamortizó una inversión de 100 años y el país quedó sin una de las más extensas redes ferroviarias del mundo. Nos dijeron entonces que había que venderlas para no perder dinero con esas empresas deficitarias. Nadie levantó la voz para advertir que la infraestructura de un país no es un negocio sino una inversión esencial para el desarrollo y para los negocios de los habitantes de ese país, que fueron al fin y al cabo los grandes perjudicados por las privatizaciones que solo buscaban caja para el Estado y comisiones para… ya sabemos. Lógicamente las empresas privadas que se hicieron cargo de esa infraestructura lo hicieron para ganar dinero: invirtieron lo menos posible, cerraron ramales, bajaron costos y reclamaron subsidios. Así, por esta vía, llegamos a un tren sin frenos, 52 muertos y 700 heridos en la estación de Once en febrero de este año: el único culpable es el poder político desde los 90 a 2012 y sus socios concesionarios.

Pero esa fue apenas la primera locura…

La segunda locura no es volver YPF a manos del Estado. Si lo hace legalmente y pagando su precio, cualquier estado soberano tiene derecho a declarar de interés público una empresa estratégica como YPF. Locura es hacerlo cuando y como se le da la gana a Cristina Fernández de Kirchner, sin negociar y de la noche a la mañana, con prepotencia desmedida, soberbia singular, hablando pestes de España y de los españoles y hasta con una alusión irónica al elefante cazado por el rey Juan Carlos en Botsuana que no tiene nada que ver en este episodio. Para colmo, y por real decreto, intervino la empresa por las bravas hasta la promulgación de la ley de expropiación por un congreso exultante y una oposición miedosa de votar en contra de una medida popular. Así, durante el discurso en el que la presidenta anunciaba la expropiación, sus funcionarios entraban a saco en las oficinas de la empresa y se quedaban con sus oficinas, pero sobre todo con sus documentos privados y computadoras llenas de preciosa información para extorsionar al que haga falta.

El episodio ha provocado la bronca monumental y generalizada de todos los españoles con Cristina Fernández de Kirchner. Es probable que a ella no le importe, ya que la medida ha sido de lo más popular en la Argentina y tiene la mayoría en el Congreso de la Nación para convertir en ley su pretensión. Hasta Carlos Menem, el Gran Privatizador, senador ahora por la provincia de La Rioja, ha votado a favor de su estatización.

Con la expropiación de YPF, Cristina Fernández de Kirchner acaba de advertir al mundo que no cumple su palabra, la palabra de una nación entera que se honra cumpliendo los pactos que ellos mismos alabaron. Ha certificado la disociación absoluta entre la realidad y la palabra de la nación argentina (y por ende de los argentinos). Todo lo demás es superfluo: ya no importa de quién es el petróleo, los ferrocarriles, las telefónicas, las eléctricas o los bancos.

Lo que importa es saber quién se atreverá a invertir dinero en un país que no cumple su palabra ¿Usted se animaría a hacer negocios con alguien a quien le consta que no cumple su palabra?

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2 Comments

    • En terminos historicos esto no pasara de ser otro fallido intento de castro de hacerse de los pueblos Latinoamericanos, quienes critican el «Imperialismo» no van a poder tener su propio «mini Imperio» (que pena me dan :))) ).

      El otrora «valiente» insultador, desafiador, prepotente y abusivo tirano, HOY UN CAGON QUE LLORA y SUPLICA a ese Cristo de quien renego diciendo que no habia mas vida que la terrenal, esta pasandolas muy mal, la chequera esta a punto de desaparecer o por lo menos, a punto de cambiar de manos.

      En un escenario de «Socialismo del Siglo XXI» sin LA CHEQUERA de CHAVEZ, los pronosticos son reservados, sin embargo hay que tener en cuenta la historia, castro no pudo mangonear a Lula a pesar de que fue el quien estuvo detras de su candidatura. Cuando no pudo conseguir MANTENEDOR en Brazil, no pudo encontrar otra marioneta mejor que chavez, lo demas es historia.

      Habra que ver si castro puede seguir manipulando a quien se haga cargo del pais llanero, de eso dependera mucho que esa «revolucion» se mantenga, no va a avanzar.
      Espero que correa sea el sucesor de chavez, eso terminara por enterrar el suenio de castro de hambrear a los pueblos para satisfacer su ego personal y quiza terminara de enterrar al mismo castro.

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