Por Carlos Larreátegui
Quito, Ecuador
Decía Arturo Uslar Pietri que Venezuela, más que un país, era un territorio poblado, un lugar donde la gente pululaba, un espacio que carecía de estructura, de esqueleto, de instituciones que dieran carácter formal y legal al Estado. Al leerlo, se hace muy difícil no pensar en nuestro Ecuador. Nos encontramos frente a un Estado autoritario y, al mismo tiempo, quebrado, sin posibilidades de proveer bienes públicos mínimos como seguridad, imperio de la ley y protección efectiva de los derechos del individuo. Si bien nuestro país sufría ya de tremendas debilidades estructurales, el modelo autoritario de AP y su aparato público hipertrofiado ha liquidado las capacidades institucionales mínimas de nuestro Estado.
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