Fariseísmo y respeto

Ernesto Arosemena
Guayaquil, Ecuador

Ayer sucedió algo que no puedo dejar de comentar. No quisiera que algo así sea motivo de mal ejemplo y/o escándalo para otras personas, y que la imagen del cristianismo se vea empañada por culpa de los mismos cristianos que, quizás con muy buena voluntad, terminan faltando a la más elemental caridad cristiana.

En pastilla, un cibernauta que dice ser un fiel católico converso, en lo que parece ser un despliegue de piedad mal manejado, ha publicado un blog exhortando a la oración por la conversión de una mujer a la que señala con nombre y apellido, propone la celebración de misas por su conversión y hasta el que la gente se le acerque en la calle a bendecirla. Además se dirige a ella directamente en el Twitter, incluso tras haber sido bloqueado.

Ciertamente no es un “acoso” de tipo violento, y para muchos puede resultar simplemente ridículo (yo, personalmente, quizás hubiera optado por ignorarlo), pero ya que el tema se hizo medio bomba, y ya que el mismo autor del asunto (no sé su verdadero nombre) me ha pedido “luces” al respecto, debo decir que sí me parece algo MUY MAL HECHO.

No es que rezar por alguien esté mal, pero uno no puede simplemente coger y armar una campaña de oración de la manera que él lo ha hecho, nombrando a una persona así específica y públicamente, y menos por las razones que él lo ha hecho. Digamos, otra cosa sería promover una campaña de “Oremos por el Papa Francisco, para que el Señor lo cuide y lo inspire a ser un buen pastor”, pero –como bien lo ha expuesto una amiga en común que tenemos la afectada y yo– decir “voy a rezar por ti porque eres pecadora” y “voy a rezar por tu bienestar” son cosas muy distintas. (Perdón que no estoy poniendo nombres ni fuentes, pero no quiero de manera alguna promocionar el blog del autor del acoso).

TODA PERSONA tiene derecho a su buena fama, y uno no puede andar señalando con el dedo “pecadores”. Eso es propio de los fariseos; y Jesús fue muy duro con los fariseos, pero ni siquiera cuando los criticaba se atrevía a señalarlos con nombre y apellido. Sólo decía “los fariseos”. De repente no sería ningún escándalo que alguien escriba un blog pidiendo que oren por “los que no conocen a Dios”, o por “los que tienen en sus manos los destinos de los pueblos, para que no permitan que se aprueben leyes que atenten contra la vida, la familia y…”, o whatever, pero siempre así en abstracto. Calificar a una persona concreta de esa manera, convertirla en “pecadora pública” –incluso en el supuesto no consentido de que, efectivamente, fuera una pecadora y que lo fuera de manera pública– NO ES UN PROCEDER CRISTIANO. En serio, no lo es. Es una falta de caridad para con esa persona, y toda persona merece nuestro respeto.

Por si acaso, ella no es mi amiga. Tampoco es mi enemiga. De hecho, no nos conocemos personalmente. Ella alguna vez me ha leído y comentado, y yo también a ella. Siempre estoy en desacuerdo con ella y ella siempre está en desacuerdo conmigo. Incluso en algún momento ridiculizó también públicamente (por internet) mi artículo sobre el aborto publicado en este blog, pero en toda justicia debo decir que no se metió conmigo personalmente, sino sólo con mi artículo, con mis palabras; jamás ha tenido (que yo sepa) la metida de pata de señalarme y calificarme de cualquier manera (por lo menos no de manera pública o escrita). Es que ese es el mínimo principio de respeto por la dignidad del otro.

Repito, no es que sea malo rezar por la conversión de alguien. Es más, sería algo loable hacerlo, pero ese tipo de cosas hay que hacerlas frente a “tu Padre que está en lo secreto”; porque cuando se hace lo que esta persona anónima ha hecho en su blog y en su Twitter, esa buena intención se convierte en agresión, aunque se diga con palabras bonitas, y además se hace quedar mal a la fe, a la Iglesia, a Cristo.

Mi consejo para el individuo en cuestión: por favor elimina el blog, y de paso elimina esa cuenta de Twitter. Mejor pon algo con tu propio nombre para que te ayude a medirte en lo que dices, y para que no vuelvas a faltar a la caridad de esa manera. No hace falta que “salgas del closet” y digas quién eres. No vayas a hacerlo, por favor; has cometido un error, pero no mereces tampoco ser crucificado por eso. Simplemente borra la cuenta y el blog. Enmiéndate y sigue tratando de crecer en tu vida cristiana.

También sería bueno que consultes con un buen sacerdote antes de publicar cosas bajo pseudónimos que te vinculen con la Iglesia. Nada más.

Dios les bendiga.

* Ernesto Arosemena es sacerdote de la Iglesia Católica. Su texto ha sido publicado originalmente en el blog «Al César lo que es del César», el 19 de marzo de 2013.

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