Anwar al Awlaki el estadounidense a quien Obama ordenó matar

Washington, 23 may (EFE).- La modesta mezquita Dar Al-Hijrah, a pocos kilómetros de la Casa Blanca, es el punto de encuentro de musulmanes de la zona de Washington y el púlpito desde el que el imán Anwar al Awlaki clamó contra el ataque del 11S antes de convertirse en el terrorista estadounidense más buscado.

Hoy, el presidente Barack Obama dijo, en un discurso sobre su política de seguridad nacional, que habría faltado a su deber si no «hubiese autorizado el ataque que lo eliminó» en 2011, la primera vez desde la Guerra Civil (1861-65) en la que el Gobierno reconoce haber dado muerte a un estadounidense por considerarlo un enemigo.

Los dirigentes de Dar Al-Hijrah en Falls Church (Virginia) no quieren hablar con Efe del pasado del centro vinculado a Awlaki, un ciudadano nacido en Nuevo México y de orígenes yemeníes.

Prefieren pasar página subrayando el papel de la mezquita, con 30 años de historia, como parte de una comunidad integrada en los alrededores de Washington.

Estadounidenses y, sobre todo, inmigrantes acuden al mismo haram (sala de oración) donde el imán Awlaki dijo, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, que «el hecho de que EE.UU. haya administrado la muerte de más de un millón de civiles en Irak y apoyado la muerte de miles de palestinos no justifica la muerte ni de un solo estadounidense en Nueva York o Washington».

Awlaki llegó a dirigir la oración del viernes para los musulmanes en Capitol Hill antes de abandonar EE.UU. rumbo a Londres en 2002, donde comenzaría su radicalización.

El giro que tomó la vida de este musulmán educado en Estados Unidos y con un inglés perfecto, de una familia moderada y cuya madre fue ministra en Yemen, es aún un misterio para muchos, pero lo cierto es que, durante la guerra del entonces presidente George W. Bush contra el terrorismo, se radicalizó hasta convertirse en un operativo de Al Qaeda.

Precisamente, su dominio del inglés y su carisma lo convirtieron en un gran peligro para EE.UU. desde 2004, cuando regresó a Yemen y comenzó su vida en la sombra grabando y colgando en internet sermones que animaban a matar estadounidenses.

Awlaki mantuvo contactos con Nidal Hasan, el oficial militar responsable de la muerte a tiros de 13 soldados en Fort Hood en 2009 y un habitual de los sermones del yemení en la mezquita de Dar Al-Hijrah.

El propio Awlaki reconoció su papel en el entrenamiento y adoctrinamiento del conocido como «suicida del día de Navidad», Umar Faruk Abdulmutalab, quien el 25 de diciembre de 2009 intentó detonar un avión procedente de Amsterdam sobre Detroit.

El libro «Dirty Wars», publicado este año y escrito por Jeremy Scahill, explica con detalle cómo desde entonces la Administración Obama comenzó a preparar el ataque que finalmente acabaría con la vida de Awlaki en una región remota de Yemen en septiembre de 2011 y por el que, según algunos testimonios, el presidente estadounidense «no mostró reparos».

La tecnología de aviones no tripulados o «drones» fue finalmente la que consiguió matar a Awlaki, aunque ya en mayo de ese año, con aviones tripulados y un grupo de operaciones especiales, falló en dar muerte al ya señalado como uno de los líderes de Al Qaeda en la Península Arábiga.

«Quiero a Awlaki muerto, no os relajéis», asegura Scahill que dijo Obama a su equipo de lucha antiterrorista en la Casa Blanca tras el fallido ataque, digno de una película de Hollywood, con satélites devolviendo constantemente imágenes de la operación.

Con el bombardeo sobre Awlaki, EE.UU. mató a otro estadounidense, Samir Khan, responsable de editar la revista «Inspire», un manual de propaganda en inglés para incitar a ataques terroristas y que supuestamente sirvió a los autores del atentado de Boston el pasado abril para preparar sus bombas caseras con ollas a presión.

Pero para Nasser al Awlaki, padre de Anwar, becado Fulbright y exministro de agricultura yemení, la mayor tragedia de su familia fue la injusticia cometida por Washington cuando mató a su nieto Abdulrahman al Awlaki, de 16 años, pocas semanas después.

El adolescente quiso buscar a su padre en la zona rural donde se ocultaba, al conocer su muerte, y decidió pasar unos días con unos familiares. Pese a no ser sospechoso de terrorismo, unos «drones» le dieron muerte mientras cenaba con sus primos.

Aquel error de cálculo «escandaloso», según dijo al diario The Washington Post un miembro del equipo de Obama un año después, ha perseguido y manchado la reputación de la guerra contra el terrorismo librada por el presidente.

Obama hoy dejo caer en su discurso un punto de remordimiento: «para mí y para los que están en mi cadena de mando, estas muertes (de civiles, a causa de los drones) nos perseguirán mientras vivamos». EFE

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