Sangre en la frontera norte

Alberto Molina
Quito, Ecuador

Una vez concluida la Guerra del Cenepa y firmados los acuerdos de paz de Itamaraty, se dio por concluido el contencioso territorial que nuestro país había mantenido con el Perú hasta 1998. Con esta gesta, el pueblo ecuatoriano, a través de sus soldados, había escrito una página gloriosa para orgullo de todos los ecuatorianos.

Aunque no se había alcanzado los objetivos históricos anhelados (una salida libre y soberana al río Amazonas), se firmó la paz con el Perú… paz al fin.

No bien silenciados los cañones en la frontera sur, el esfuerzo se volcó hacia la frontera norte; la guerra interna que libra nuestra hermana república de Colombia  contra  la insurgencia y el narcotráfico, se siente en nuestro país por sus efectos perversos. Una frontera de 720 kilómetros de difícil acceso que se extiende a lo largo de tres provincias de nuestro país, requiere un gran esfuerzo para su vigilancia y control.

Los insurgentes, hermanados con el narcotráfico, habían encontrado refugio en el lado nuestro de la frontera (Raúl Reyes, segundo en el mando de las Farc, había instalado su campamento en nuestro territorio) y se abastecían de provisiones, armas, municiones, equipos, uniformes, explosivos, etc.

Fue necesario un gran esfuerzo de nuestro país para retomar y mantener el control de nuestra frontera; se han destacado más de 8 mil hombres y se han creado 82 destacamentos; los enfrentamientos con los irregulares han sido casi permanentes, en muchos se han perdido valiosas vidas de civiles y militares. Los controles son permanentes y se hacen a través de patrullajes por tierra, aire, mar y ríos; sólo desde el 2010 hasta la fecha, se han realizado 10 mil quinientos patrullajes extenuantes y peligrosos, 68 operaciones de control marítimo y más de 13 mil horas de costosos vuelos de vigilancia aérea.

En diciembre de 1993, militares y policías ecuatorianos que realizaban  patrullajes en el río San Miguel, en el sector de Piñuña Negra, fueron emboscados por una  columna de las Farc, en este enfrentamiento murieron 10 de sus miembros.

El jueves 8 de este mes, una vez más, nuestras tropas se enfrentaron con elementos de la narcoguerrilla colombiana; cumpliendo su sagrado deber en defensa de la soberanía y la integridad territorial, en duro combate, cayó abatido un oficial y herido un clase de nuestro Ejército.

Cuán sacrificada es la misión que cumplen nuestros soldados, muchos han muerto en el cumplimiento del deber. No hay que olvidarse que “en tiempos de paz se olvida a Dios y vilipendian al soldado; en tiempos de guerra, se invoca a Dios y se protegen en el soldado”.

El Teniente Diego Maldonado que murió defendiendo la soberanía de su patria, no tuvo la suerte del “Chucho”. Su velorio no “mereció” la presencia de su Comandante en Jefe. Paz en su tumba.

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