Otro Brasil

Joaquín Hernández Alvarado
Guayaquil, Ecuador

En algún momento, al caminar por las calles de Río a cualquier hora del día o de la noche, cerca de Ipanema o de Copacabana o al peregrinar por Santa Tereza o descubrir la bahía de Guanabara desde Niteroi, es imposible no sentirse llamado por una inquietud extraña, impulsado por un ritmo que tiene mucho de sabiduría vital y por ello de honda melancolía, de reconocimiento de lo humano. Es una especie de secreto gozoso que nunca puede ser descifrado del todo porque su magia consiste precisamente en su carácter de pendiente. Lo cantó hace décadas un notable músico, ilustre ensayista, cineasta y novelista brasileño, Chico Buarque de Hollanda: «Oh que será, qué será/ que andan suspirando por las alcobas/ que andan susurrando en versos y trovas/que andan descubriendo bajo las ropas/ que anda en las cabezas y anda en las bocas/que va encendiendo velas en callejones/que están hablando alto en los bodegones/ gritan en el mercado están con certeza/ es la naturaleza, será que será…»  Que se puede encontrar también en los versos de Carlos Drummond de Andrade, Joao Cabral de Melo Neto… O en el relajado ritmo de los asuntos humanos.

En estos días de octubre, Brasil eligió presentarse precisamente al mundo en la Feria del Libro de Frankfurt como potencia cultural, con un mensaje claro relacionado con su historia y su sensibilidad nacional. Esta presencia sin embargo no fue resultado de una decisión reciente. Lo dijo Winston Manrique Sabogal en El País de Madrid hace poco, cuando estableció la extraordinaria valoración de la cultura que tiene Brasil y que le permitió, siquiera hace unos 20 años, emprender con ella su viaje al futuro. Así, el entusiasta y quizá ingenuo título de uno de los ensayos de Stefan Zweig cuando en la primera mitad del siglo XX anunciaba que Brasil era el país del futuro, se vio plasmado en esta Feria donde se ofreció «una pirotecnia planetaria de las artes». Todo ello posible por la genialidad de los brasileños para asumir estética y culturalmente el tema del mestizaje sin las desgarradoras y a menudo crueles confrontaciones de otras partes. El país no abandona ni reniega de sus tópicos pero no se deja asfixiar por ellos…Brasil «no quiere seguir siendo prisionero del imaginario colectivo, ni dar solo lo que el mundo espera de él de acuerdo a esta mitología.»

Así, «el país es más que fiesta, más que playa, más que ocio, más que fútbol, más que belleza física». Brasil es todo eso, sin renegar de ello pero también mucho más. Es el mestizaje que hay que plantearlo en términos de cultura como integración permanente, no como la confrontación de opuestos,– el vencedor y el vencido, — sino en términos de la explosión que suponen los encuentros inesperados que destruyen oposiciones cerradas y dialécticas . Por ello, «vive en las ideas de los amantes/ cantan los poetas más delirantes/..juran los profetas embriagados/ está en la romería de mutilados/…está en las fantasías más infelices/» y, finalmente, «no tiene gobierno ni nunca tendrá/ que no tiene vergüenza ni nunca tendrá,/ lo que no tiene juicio».

* El texto de Joaquín Hernández ha sido publicado originalmente en diario HOY.

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