Felipao, presidente

Marlon Puertas
Guayaquil, Ecuador

Voy a pedir mil disculpas por no haberme sumado a tiempo a la euforia un tanto forzada que se dio por la clasificación de la Selección al mundial de Brasil. Lo siento mucho. Me dio mucha alegría, no crean que no, pero, en el fondo, no me puse a brincar en una pata porque, sencillamente, me parece este feliz resultado la consecuencia lógica de tener un equipo regular que debía clasificar, ya que habían otras selecciones francamente malas.

Por eso no fui al homenaje a la selección que se dio en la Plaza Grande. Y porque no iban a estar los grandes, por supuesto. A los grandes de la pelota, me refiero: el Toño Valencia, Felipao, Noboa y todos los extranjeros. Porque los grandes del poder local, allí estuvieron, como que si ellos hubiesen sido los autores de los goles: allí cantaron, para castigo de los presentes, Rafael y Luchito, cual Dúo Dinámico, que a estas alturas constituyen la única pareja que, pese a estar tanta tiempo de presidentes, se llevan de maravilla, sin ningún tipo de celos, antipatías ni zancadillas a traición. Cosa rara por estas tierras. Se lanzan flores mutuamente, ganan elecciones con una facilidad pasmosa y tienen a sus afiliados muy satisfechos. Será por eso que nunca se le ha ocurrido a Rafael tratar de incomodar el poder que tiene Luchito, ni mucho menos al que representa, la Fifa, siempre tan transparente ella.

El tema no es ese. El asunto pasa porque en el próximo mundial no solo vamos a tener un puñado de jugadores que pondrán alma, corazón y vida en las canchas brasileñas, sino que ahí, probablemente, nazca la nueva generación de políticos que nos representará en un futuro no muy lejano. Así que a poner atención a sus jugadas. Si Felipao hace tres goles en el mundial, su nombre será presidenciable, a no dudarlo. Se constituiría en el rival que Rafael no podrá vencer y que Guillermo Lasso, en un gesto de renunciamiento, apoyaría con los ojos cerrados en aras de la unidad opositora, si es que Felipao fuese opositor. A lo mejor es correísta, yo no sé.

Otros que podrían ser tentados próximamente son Jefferson Montero, futuro alcalde de Babahoyo, Toño Valencia presidente de la Asamblea y la Hormiga Paredes como alcalde de Guayaquil.

En la política nada está escrito en piedra. Una jugada desafortunada podría, por otro lado, ser la lápida prematura para una carrera política. Si Domínguez sigue aflojando balones en plena área no ganará ninguna elección, pero podría ser ministro de Deportes, lo que en estos tiempos revolucionarios y ejercitantes, es una gran responsabilidad.

Para todo esto y antes de votar, mi consejo es que evaluemos primero a los exseleccionados que ya están haciendo historia en la política. Ellos son los que están abriendo el camino y no la han tenido fácil. Seamos comprensivos con el Tin Delgado, con Ulises, con Iván Hurtado, que están abonando el terreno para que la siguiente generación de futbolistas ya no aspiren solo ir a la Asamblea, de la que muchos hoy quieren salir corriendo, sino posiciones estelares, de mando, de poder. Sería muy justo. Miren que a Lupo Quiñónez lo queríamos de presidente y eso que nunca fue a un mundial.

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