Ni monarquía ni república

Jesús Ruiz Nestosa
Salamanca, España

El mismo día en que la selección española de fútbol abandonaba el campeonato mundial en Brasil después de una humillante derrota, el rey Juan Carlos I abdicaba de la corona en favor de su hijo Felipe. Estas noticias, juntas y en tan corto tiempo, hicieron que una le quitara dramatismo a la otra: el miércoles el rey Juan Carlos I ratificó la ley de su abdicación y el jueves su hijo acudió a las Cortes (Parlamento) para jurar su fidelidad a la Constitución y su compromiso de observar y hacer observar las leyes del país.

Breve, austera, sin invitación a otras casas reales europeas ni a jefes de gobierno, la ceremonia estuvo acorde con el difícil momento por el cual pasa el país. Al día siguiente, no faltaron las voces disonantes en la prensa española por haber sido un traspaso monárquico “tan pobre”. De seguro, de haber sido con gran pompa y brillo, se le habría criticado por tamaño derroche en tiempos difíciles.

En lo que sí hubo unanimidad de pareceres fue en el reconocimiento a don Juan Carlos I por la inteligencia y mano firme que utilizó para conducir a España hacia la actual etapa democrática, después de haber vivido una de sus dictaduras más largas (casi cuarenta años) y más dolorosas. No solo sorteó un golpe de Estado ya a mitad de camino, capitaneado por Tejero, sino además aseguró la permanencia de esas conquistas políticas y logró que el país entrara de manera acelerada en un proceso de modernización en todos los niveles.

A pesar de este consenso, algunos grupos de izquierda aprovecharon el momento para convocar a una manifestación de protesta en la Puerta del Sol para exigir un referéndum en el que se preguntara a los españoles qué modelo de organización política desean: monarquía o república. La crisis del bipartidismo (Partido Popular, de derecha, y Partido Socialista Obrero Español, de izquierda) expresada en cifras desoladoras en las últimas elecciones europeas de semanas atrás, y el inesperado respaldo que recibió el movimiento de izquierda Podemos, encabezado por Pablo Iglesias, han alentado a que muchos simpatizantes del sistema republicano salieran a la calle con la bandera roja, amarilla y violeta.

El historiador Santos Juliá, que goza de un enorme prestigio en el mundo académico, aprovechó la ocasión para recordar que en 1966, Dolores Ibárruri, la Pasionaria, figura emblemática del Partido Comunista Español, respondiendo a una pregunta dijo: “Ni monarquía ni república. Democracia y Libertad, así, con mayúsculas”. Los jóvenes de hoy, que militan en la izquierda más radical, creen ser los herederos de aquella II República que fue aniquilada por Franco y sus ejércitos, cuando en realidad el Partido Comunista de entonces declaró que no le interesaba el tema al tiempo que su principal periódico titulaba uno de sus artículos: “Ni vestida ni desnuda nos interesa la República”. Por su parte, el partido socialista español se adhiere a aquellas palabras de Ibárruri y piensa que este no es el momento de discutir sobre la monarquía o la república y sí tratar de fortalecer y mejorar el sistema democrático.

Las esperanzas que habían nacido entre los jóvenes por el triunfo de Pablo Iglesias y su movimiento Podemos han comenzado a diluirse al hacerse pública la información de que, en los últimos diez años y a través de una fundación, recibieron casi cuatro millones de euros de parte del régimen de Hugo Chávez. Es notoria la contradicción en que caen, ya que, mientras aquí en España se oponen al sistema monárquico, no solamente callan, sino incluso aplauden y justifican regímenes como el de Fidel Castro y los “bolivarianos” surgidos bajo la demencial denominación de “socialismo del siglo XXI”, cuyas cabezas más visibles se empeñan afanosamente en eternizarse en el poder. Hay, sin embargo, una diferencia esencial: en España la monarquía se rige por una Constitución que cumple mientras los bolivarianos hacen tabla rasa de ella. O, en el caso de Cuba, la Constitución se encarga ya de declarar que el Gobierno se ciñe al principio de un partido único: “marxista-leninista-martiano” (el último término viene de Martí, otro de los disparates de los Castro).

Mientras la izquierda retrógrada se zambulle en discusiones bizantinas, por suerte hay gente que apuesta por un sistema de gobierno “íntegro, honesto y transparente”. Para envidiarles, ¿verdad?

* Jesús Ruiz Nestosa es periodista paraguayo. Su texto ha sido publicado originalmente en el diario ABC Color, de Asunción.

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