FARC: La perpetua pérdida de la esperanza

Víctor Cabezas

Víctor Cabezas
Quito, Ecuador

Las mesas de diálogo entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Gobierno colombiano han sustanciado una esperanza de paz que se creía perdida en Colombia. Después de 50 años de asesinatos, secuestros, extorsiones y atrocidades un equipo de negociadores liderados por Humberto de la Calle se apoderaban del magnánimo reto de conseguir la paz para más de 40 millones de colombianos.

Muchas dudas se tendieron sobre la marcha ¿por qué negociar con terroristas? ¿cómo es posible que altos funcionarios de gobierno se sienten en la misma mesa con asesinos? Si Hitler estuviera vivo, manteniendo campos de concentración y auspiciando matanzas y crímenes de lesa humanidad ¿alguien sería capaz de sentarse a su lado a negociar? O por el contrario ¿pediríamos derrotarlo a toda costa?

Pese a todas las críticas generadas alrededor de su decisión, Juan Manuel Santos apostó por una estrategia de diálogo estructurado sobre el empirismo y tecnicismo emanado de la teoría de resolución de conflictos. Se identificaron necesidades de parte y parte, estrategias para develar las posiciones y los intereses. Se contrataron a los expertos más notables a nivel mundial en materia de resolución de conflictos y se iniciaron las mesas de diálogo con los jefes de las FARC. A pesar de la aparente voluntad política de los cabecillas de este grupo guerrillero, no se logró un cese unilateral al fuego así como tampoco se logró que menguarán sus ataques terroristas a la infraestructura pública, las matanzas indiscriminadas a la sociedad civil ni tampoco su ingente oleada de secuestros.

Nadie comprendía porque el Gobierno Nacional seguía sentado con quienes no mostraban la menor señal de arrepentimiento ni consciencia sobre lo amoral de sus actos. Los negociadores del Gobierno dialogaban con Iván Márquez –cabecilla de las FARC- mientras este mismo grupo criminal dejaba sin luz al municipio porteño de Buenaventura en la costa pacífico de Colombia; se hablaba de paz mientras los guerrilleros asesinaban policías y civiles en el departamento del Cauca, la paz resultó un diálogo lejano y aislado de la realidad del pueblo.

A pesar de las críticas, el pueblo colombiano decidió apoyar la apuesta por el diálogo a toda costa que proponía el Gobierno Santos. Subsistió el sueño de celebrar una navidad y año nuevo libres de las cadenas estructurales que representa un grupo terroristas omnipresentes, persistió el sueño de las miles de familias que añoran el regreso de sus familiares quienes hoy viven en circunstancias similares a las de los campos de refugiados de la Alemania Nazi. El presidente Juan Manuel Santos, logró equiparar su propuesta política a la semblanza de una paz duradera en Colombia.

Santos ganó con esa premisa y hoy surge una profunda tristeza en cada uno de los hogares colombianos al saber que pudo más el ego y los intereses particulares de la guerrilla; al comprobar que el proceso La Habana ha sido solo una muestra más de la arrogancia, corruptela e inhumanidad con la que este grupo criminal maneja las aspiraciones del pueblo colombiano. Hoy en la madrugada el Presidente Juan Manuel Santos ha anunciado que los diálogos de La Habana se suspenden luego de que las FARC secuestraran la tarde del domingo al General del Ejército Colombiano Rubén Darío Alzate Mora en el corregimiento de Las Mercedes en el departamento del Chocó.

Habrá que ver cual es el torno de la política pública del Gobierno Santos luego de esta decisión que, a mi juicio, fue acertada y, hasta cierto punto, retardada. Probablemente el secuestro del Gral. Alzate haya sido una desventura colérica de un irresponsable cabecilla de las FARC, probablemente haya sido algo maquinado y premeditado. Hoy, como ciudadano vinculado emocional y familiarmente con Colombia, he perdido la esperanza en que este grupo criminal algún día logre sentar razón sobre la inhumanidad de su conducta. Hoy he perdido esa esperanza y – a manera de consuelo- perece el pensamiento del filósofo Arthur Schopenhauer quien ha perdido la esperanza ha perdido también el miedo: tal significa la palabra «desesperado».

Más relacionadas