Cristóbal Colón: Visas y Poder

Alejandro Veiga Expósito
Leeds, Reino Unido

No tengo ni el estudio ni la experiencia ni los contactos que me permitan entender o tener acceso a la política. Pero, lamentablemente, si nos remitimos a las pruebas que nos ha dejado nuestro siglo, creo que no necesito acceso a ningún cable personal, ni listar una serie de hechos comenzando por Pinochet y terminando en Abu Ghraib, para saber y asegurar que la política se ha reducido a una carrera por el poder. Poder. No dinero, sino poder.

Por eso, quiero referirme al artículo recientemente escrito por Santiago Roncagiolo en El País con respecto al último doce de Octubre y el independentismo catalán como una amenaza para la América Latina en el marco de la reciente aprobación de la Eurocámara para que los peruanos y colombianos puedan acceder al espacio Schengen sin necesidad de pedir visados.

Estoy inmensamente feliz de que peruanos y colombianos puedan tener éste acceso. Las fronteras son una estupidez, ficciones creadas por intereses. He trabajado en Cataluña junto a inmigrante ilegales de Marruecos, Argentina, Perú, Senegal, Venezuela, Ecuador, Chile… Como venezolano, sé que en Latinoamérica si deseas viajar tienes dos opciones: plata o un pasaporte europeo (esta última, casi siempre, debe venir acompañada también de plata o de la necesidad categórica de dejarlo todo atrás). He visto muy de cerca lo duro que es querer moverte y no poder y, claramente, celebro ésta aprobación de la Eurocámara como un paso adelante en lo que tiene que ser un mundo cada vez más unido y una España más unida con el mundo hispano.

Sin embargo, creo que es nuestro deber ver cuáles son los intereses que operan bajo éstas decisiones. Efectivamente, como dice el mismo Roncagiolo en su artículo, “En términos comerciales, en 2013 Perú y Colombia firmaron tratados de libre comercio con la UE, de modo que sus mercancías ya transitaban libremente por la Unión, pero sus ciudadanos no, lo cual implicaba tratar a las personas peor que a objetos”. Y muchos dirán: ¿y cuál es el problema? Todos tienen derechos a hacer negocios y mientras estos negocios beneficien al crecimiento de los países y a la creación de un estado de bienestar, pues todos ganamos. Y no les quito la razón: Venezuela, por ejemplo, bajo el mandato del Presidente Chávez, nunca dejó de ser uno de los principales exportadores de petróleo a los Estados Unidos mientras que en un nivel diplomático no se ganó nada en la lucha por señalar a las Estados Unidos como principales violadores de los derechos humanos, que lo eran y lo son. Igualmente, se pretendía instalar un discurso anti-imperialista mientras que el propio gobierno cerraba negociaciones millonarias con algunas petroleras americanas que contaron con las personas adecuadas en las negociaciones. Obviamente, frente a este tipo de discursos falsos e hipócritas, las negociaciones de los Presidentes Santos y Humala se pueden considerar como algo más sinceras e incluso trasparentes.

El hecho de que esto sea un triunfo para el pueblo colombiano y peruano (que merecen poder tener victorias tras tantos años de violencia), no quita que detrás de esto se esconda, en la misma manera que en el ejemplo venezolano, los puros y únicos intereses de quienes conducen los países como si fueran empresas multinacionales y ellos sus dueños. No es ningún secreto los negocios que se están estableciendo en Colombia a través de empresas españolas como Sacyr u OHL. El escándalo para mí es que sus conexiones con la trama Gürtel del PP en España están más que comprobadas. Ninguno de ellos fue a la cárcel, ya sé que estar imputado no es signo de culpabilidad, pero sus donaciones (muy por encima de lo permitido por la ley, pero no consideradas un delito) al Partido Popular español y su imputación en un caso que concentra toda la dejadez que llevó a España a un punto de ruptura y desorientación social dejan mucho que desear.

Creo que todos los escritos nacen de una manera muy abstracta, imágenes, frases sueltas en las que luego escarbas. Algo así me ha sucedido aquí. Hay una imagen del documental Colombia Invisible (2013) de Unai Aranzadi que vino a mi cabeza en dos momentos: cuando supe la noticia de los visados y cuando leí en el citado artículo de Santiago Roncagiolo acerca de todos los esfuerzos diplomáticos que realizó el gabinete del Presidente Rajoy para lograr dichos avances. La última parte de éste documental se dedica a los vínculos entre los desplazados por el conflicto armado colombiano y las inversiones de las grandes multinacionales en Colombia. La imagen  con la que se encuentra el director es una comunidad indígena en la que se lleva a cabo el entierro de un bebé por falta de medicamentos y asistencia primaria básica mientras que a unos metros los empresarios celebran la inauguración de un puerto y el Presidente Santos dice que «hoy somos el primer país de América Latina en protección al inversionista». Entre los atentos escuchas del discurso inaugural del orgulloso presidente se puede ver a Álvaro Pérez Alonso, El Bigotes, uno de los principales cabecillas de la Trama Gürtel y famoso por sus vínculos con Francisco Camps, President de la Generalitat de Valencia por el Partido Popular desde 2003 hasta 2011, en la aproximación de empresarios a las altas esferas de la política española.

No creo que el nacionalismo catalán sea una salida ejemplar. Ya he dicho que no creo en las fronteras. Muchos menos en un proceso soberanista liderado por Artur Mas y CIU cuyos escándalos de corrupción son igual de alarmantes. Pero la verdadera amenaza para lo que Roncagiolo llama “el bloque político hispánico” -construcción imaginaria que lamentablemente no creo que exista, no al menos si nos regimos por un idea radical de lo que tendría que ser la política-, no es el nacionalismo catalán, sino un fenómeno mucho más amplio dentro del cual éste mismo está incluido: la corrupción y la carrera por el poder que encarna la política contemporánea y cuyos principales estandartes son los partidos políticos que se encontraron en el poder durante el acomodamiento posterior a la llamada “transición democrática española” y que ahora, tras el desplomo del negocio con la banca alemana que resultó la Unión Económica Europea, se presentan como los introductores de la América Latina al primer mundo.

Yo creo en una Europa unida, pero de verdad, no por los intereses de tres personas. Yo creo en una España unida con Latinoamérica, pero de verdad, no por los intereses de constructoras y medios de comunicación. Yo creo que España es el vínculo entre Latinoamérica y Europa, pero en un mundo donde se luche contra la pobreza y los derechos básicos del ser humano, no por los lobistas. Yo ni soy periodista ni sé de política, sólo he sentido la necesidad de compartir lo que pienso sobre un tema en el que me siento como un punto de fuga. Dijo en su discurso de aceptación del nobel Harold Pinter que una cosa muy distinta es escribir y otra ser ciudadano. Y como ciudadano, exijo la verdad.

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