El estilo, no el coraje

Pensaba atribuirle esta frase a un general de Napoleón Bonaparte, pero no voy a hacerlo porque en realidad no tengo ninguna constancia de ello. Pero para el caso da lo mismo. La veracidad de la afirmación, sin embargo, acabamos de comprobarla cuando sin ningún coraje y, sobre todo, sin ningún estilo, Cristina Kirchner ofreció a los ojos del mundo una pataleta soberana, como si fuera un niño –o una niña– al que se le cayó el helado al suelo y la madre se niega a comprarle uno nuevo.

Un diario español de provincia, “El Norte de Castilla”, comentando el multitudinario acto de despedida que ella misma se lo organizó, dijo que se trataba de algo que sucedía por primera vez en la historia argentina. Yo quiero corregírselo: no se ha visto nada similar nunca, a lo largo de toda la historia, en ninguna otra parte del mundo. No, por lo menos, en la parte civilizada.

En lugar de aceptar el resultado de las elecciones pasadas en las que resultó ganador Mauricio Macri, montó un número bochornoso. Ya días atrás dijo que se vio obligada a recordarle al presidente electo que estaba hablándole a una mujer. ¿Cómo se explica esto? ¿Hay entonces maneras distintas de hablarle a un varón o hablarle a una mujer? ¿Dónde quedaron entonces sus ideas respecto a la igualdad de los sexos? ¿O lo de la igualdad queda bien en los géneros, porque es algo meramente gramatical, pero no en lo de los sexos porque es algo biológico?

Su discurso de despedida no fue otra cosa que un rosario de desaciertos, una supuración de humores compuestos de rencores y frustraciones, que puso en evidencia al tratar de enemigos, conspiradores y subversivos a todos aquellos que no agacharon la cabeza ni consintieron sus caprichos, no a sus razonamientos que, es evidente, nunca los tuvo. Fue así como se despachó contra la prensa independiente, contra el Poder Judicial al que tachó de “Partido de la Justicia”, etcétera. Para rematar: “Teniendo todo en contra hicimos tanto por la Argentina”. Por ejemplo: una economía al borde de la quiebra, una inflación que se aproxima al 30 %, varios tipos de cotización del dólar lo que alienta la especulación y la corrupción, y las arcas casi vacías: de los sesenta mil millones de dólares, el año pasado ya no quedaba ni siquiera la mitad.

Su actitud al dejar la Presidencia pone en evidencia que lo único que le importaba a ella era el poder y no el país. ¿Por qué había que boicotear el acto de toma del mando del nuevo presidente? ¿Por qué no había que asistir al acto de investidura? ¿Por qué se ausentaron los diputados kirchneristas? Todo se estaba haciendo de acuerdo a las leyes y a la Constitución mientras los partidarios de Cristina Kirchner resolvieron secundar a su líder y acompañarla en su vergonzosa pataleta.

Su discurso de despedida lo pronunció desde un palco que fue armado frente a la Casa Rosada en lugar de utilizar el tradicional balcón al que nunca quiso asomarse “porque ese balcón es de Evita”, tal como ella lo explicó. ¿En qué cabeza sana puede entrar la idea de que el balcón de un edificio público como es la Casa de Gobierno pueda pertenecer a alguien que murió hace más de sesenta años, por más Evita que sea?

Evo Morales estuvo en el acto de asunción del nuevo presidente y se lamentó que Cristina Kirchner dejara la presidencia, en una entrevista que le hizo el periódico “Página 12”, y aseguró que ya la había invitado a visitar Bolivia donde podía dar conferencias “porque me gusta mucho su manera de hacer política”. ¿La política de la confrontación que puso en práctica durante todo su gobierno? ¿La política de indisponerse y de humillar a sus países vecinos como fue con Paraguay? Morales concluyó lamentándose que sólo quedan ya Maduro y él de ese engendro político que se llamó “Socialismo del Siglo XXI” y que “se sienten muy solos”. La pena no es que se queden solos, sino que a causa de sus delirios, al contrario del rey Midas, todo el oro que tocaron lo convirtieron en plomo (o en algo peor) porque destrozaron sus países que eran ricos y lo sumieron en la miseria.

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