Perros de la guerra

Juan Carlos Díaz-Granados Martínez

Guayaquil, Ecuador

En el pasado, el liderazgo de las autoridades públicas no se basaba en lo que las encuestas determinaban diariamente.  Hoy, sí.  Los líderes políticos actúan en función a las emociones que las redes sociales proyectan.  Los razonamientos y los principios quedaron a un lado.  Esta actitud refleja la complejidad de definir una identidad en la época de los medios sociales.

Las comunicaciones globales y las redes financieras operan en tiempo real, incrementando la interacción humana más allá de lo que ninguna generación anterior conoció, logrando que las personas se frustren al compararse con lo que otros tienen, a pesar de que la situación general del planeta ha mejorado en casi todos los indicadores.

Todas las instituciones y organizaciones tradicionales son desafiadas y se refleja en una ola de protestas.  El orden mundial enfrenta el reto de dos tendencias: una redefinición de la legitimidad y un cambio significativo en el balance del poder.

La primera surge del impacto de ciertas acciones, como por ejemplo, el sistema colonialista desarrollado por las potencias europeas durante siglos; la expansión de la religión católica desde el siglo XVII hasta el XVIII; la revolución francesa; el comunismo y el fascismo en el siglo XX y la intención actual de expandir el islamismo a “Estados infieles”.

Una segunda causa de la crisis del orden mundial internacional ocurre cuando se producen cambios en las relaciones de poder.  Por ejemplo: el surgimiento de Alemania como potencia en Europa, generando dos guerras mundiales en siglo veinte; la disolución de la Unión Soviética a finales del siglo pasado o la reaparición de China como potencia mundial. 

La interconexión tecnológica ha tomado desprevenidos a los gobiernos.  El sistema económico internacional es global, mientras que la estructura política de los países se mantiene bajo la definición de nación-Estado.  Esta situación desafía la gobernanza como consecuencia de la globalización.  Modificar el orden mundial para que se adecúe a los tiempos implica una estrategia que establezca orden dentro de varias regiones y relacionarlo a las demás.  Para ejecutarla, cabe preguntarse qué es lo que buscamos lograr y en qué no se deben involucrar las regiones.

Vivimos una época de transformación, reflejada en lo que está ocurriendo en las calles de los países de la zona.  La meta de nuestra era será la misma que la que nuestros ancestros han tenido que solucionar: lograr un equilibrio mientras se controla a los perros de la guerra hambrientos de tomar el poder por la fuerza. 

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