Desde México, con amor

Diego Montalvo

Quito, Ecuador

El periodista, novelista y espía británico Ian Fleming fue el creador de uno de los personajes más entrañables del siglo XX, el agente 007. Su famosa frase “Mi nombre es Bond… James Bond…” como acto de presentación al puro estilo de un gentleman dio la vuelta al mundo. Su galantería fue esencial en la personalidad de Bond quien supo siempre seducir al sexo femenino, a las hermosas y sensuales “Chicas Bond”. En cada misión perseguía a terroristas y asesinos comunistas por países como Georgia, Rusia, China, Corea del Norte y Cuba. El espionaje cobró mucha fuerza durante las Dos Guerras Mundiales y los tiempos de la Guerra Fría.

Bond tenía siempre su objetivo claro y se destaca por su fidelidad incondicional al Servicio Secreto de su Majestad que otorga a un puñado de agentes el prefijo de 00 es decir poseían “licencia para matar”. Parecería que los tiempos de la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) quedó atrás, que son un hecho puramente del siglo XX. No obstante, en este siglo esta ideología sigue vigente. No sólo me refiero al mito de Bond que se afianza con el estreno de la última película que se dará este año titulada Sin tiempo para morir (en la que Daniel Craig dará vida al personaje de Fleming por última vez y donde el actor ganador del Óscar Rami Malek será el villano) o las anteriores como Spectre, Skyfall, Quantum of Solace o Casino Royale) sino que Ecuador realmente vivió tiempos de una década marcada por Dobles Cero.

Pablo Romero, exsecretario de Inteligencia del correísmo jugaba a ser un Agente 007. Sin embargo, con el paso del tiempo, fue extraditado desde España y sacado de su agujero, así como Bond hallaba a sus enemigos antes de propinarles puñetazos y, una vez neutralizados, hacía el amor con una bella mujer para festejar su empresa. Por ello digo que Rafael Correa es un imitador de Fleming pero quizá aún más perfeccionista. Creó tramas más apasionantes y enredadas que la ficción del novelista inglés. El expresidente resultó ser autor de obras cien por ciento reales como El presidente que me amó, Economista No, Al servicio Secreto de Su Excelencia (en coautoría junto a Pablo Romero), Operación Odebrecht (traducida al inglés como Odebrechball), El hombre de los Honoris Causa de oro, Solo se coima mil veces y Casino Cerrado.   

Andrés Manuel López Obrador permitió escribir una obra más —que forma parte de la basta biblioteca en la historia del correísmo— tras otorgar asilo a personajes como Ricardo Patiño, Gabriela Rivadeneira, Luis Flores, Soledad Buendía, Edwin Jarrín, Carlos Viteri Gualinga junto a Tania Pauker y Carlos Ochoa quienes conforman, de esta manera, el gran éxito Desde México, con amor: la nueva manera de escribir el Socialismo del Siglo XXI. Rafael Correa aprovechó la reunión con sus amigos para levantar el vuelo de la palomita del Twitter desde Cancún y decir, en término reducidos, “¡Qué más da, quiero regresar al poder!” Cada agente “00” que se impuso desde Alianza País contra sus adversarios (Guillermo Lasso, el coronel Mario Pazmiño, Fernando Villavicencio, Fernando Balda, Bonil, Cléver Jiménez, Carlos Figueroa, por mencionar unos pocos) cumplía un rol importante para mantener la estructura de poder. Alexis Mera y Pamela Martínez poco a poco dejaron de ser soldados para convertirse en “traidores”, topos. Mera públicamente prefirió ser parte del gobierno de León Febres Cordero a quien tachó de “maduro” mientras que a Correa lo calificó de “caprichoso”. Es así como los exintegrantes del anterior gobierno empiezan con la redacción de otro título, que aún todos esperamos ansiosamente el resultado, titulado Sabotaje.     

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