Amy Coney Barrett: ¿esperanza o amenaza?

Cristina Valverde

Guayaquil, Ecuador

Durante años nos han dicho que la maternidad es un obstáculo para alcanzar el éxito profesional, que los hombres oprimen a las mujeres e incluso vemos titulares afirmando que el “hogar es un lugar peligroso para la mujer”.

En medio de este bombardeo en contra de la maternidad, los hombres y la familia y en un contexto electoral y social altamente polarizado en los Estados Unidos, aparece Amy Coney Barrett, una abogada brillante, primera en su clase de Derecho en la Universidad de Notre Dame, excelente catedrática y colaboradora del distinguido juez Scalia. A sus impecables credenciales y trayectoria profesional, se une su faceta personal: esposa y madre de siete hijos, dos de ellos adoptados en Haití y el menor con síndrome de Down.

Su nominación y confirmación como nueva Magistrada de la Corte Suprema de Estados Unidos debía ser motivo de festejo para las mujeres en este país y el mundo entero, al convertirse en la quinta mujer designada para tan prestigioso cargo. Por el contrario, la ira del Partido Demócrata se desató en una ola de acusaciones crueles. Ibram X. Kendi, profesor de la Universidad de Boston, se refirió a Barrett y a su esposo como “blancos colonizadores” por adoptar a dos niños de raza negra. “¿Que tan bajo puedes caer?” respondió el senador Kennedy ante este tipo de declaraciones.

Sus intachables credenciales profesionales son indiscutibles; entonces la han atacado por su fe. Barrett es católica y pertenece al grupo carismático “People of Praise”, cuyo espíritu es la unión de todas las personas. Es un grupo ecuménico abierto a católicos, protestantes, evangélicos y toda denominación cristiana. ¿Por qué al candidato presidencial demócrata Joe Biden, no se lo critica por ser católico y a Amy Barrett sí?

El aborto es la manzana de la discordia. “Tiene la intención de revertir Roe” dijo Kamala Harris, candidata a la vicepresidencia por el partido demócrata, en relación a Barrett, refiriéndose al Caso Roe vs. Wade, por el cual hace 47 años, la Corte Suprema despenalizó el aborto en Estados Unidos. Esto pese a que, en repetidas ocasiones, la jueza Barrett ha dicho claramente que ella se apega a la Constitución sin importar sus creencias personales, y que no tiene “una agenda” y que como cualquier juez su deber es brillar por su imparcialidad y objetividad.

No obstante, el ala radical del Partido Demócrata, tendría como plan B, la idea del empaquetamiento de la Corte Suprema (Court packing) y el pasado mes de octubre, el gobernador de Montana, Steve Bullock, reconoció estar abierto a ampliar el número de magistrados en el Tribunal Supremo con el pretexto de contrarrestar esta mayoría conservadora, estrategia que cuenta con el visto bueno de líderes demócratas en el Congreso, como Alexandria Ocasio Cortez o Ilhan Omar y el mismo candidato presidencial Joe Biden.

Ningún grupo feminista ha celebrado su confirmación. El gran temor de estos colectivos es no poder seguir avanzando en su agenda proaborto, que ha sufrido durante la administración de Trump. Un claro ejemplo fue el Decreto del presidente Trump donde se establece que todo bebé que sobrevive un aborto, debe recibir atención médica y no dejarlo morir.  Algo que parece humano, pero que en el Congreso de Estados Unidos fue bloqueado por el Partido Demócrata, siendo la única opción pasarlo vía decreto para proteger a estos niños.

Amy Barrett, temida por algunos, es una gran esperanza para una mayoría que la ve como una mujer brillante, que ha logrado ser esposa, madre y sacar adelante una carrera profesional con mucho éxito.

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