Censura y redes

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

Con la misma convicción con la que he criticado las últimas actitudes de Trump y sus seguidores, debo rechazar su exclusión de las redes sociales de propiedad de un novel e inmaduro millonario.

No se trata de si podía o no hacerlo. Se trata de un atentado a la libertad de expresión en una red que se creó justamente como respuesta a la censura y control de los medios y que ha debido su éxito a la amplitud de criterios profesada en sus inicios.

No es pues únicamente un dilema moral, ni de negocios, sino esencialmente ético. Si el dueño de la susodicha red social tiene convicciones políticas, debe entender que los demás también tienen derecho a tenerlas, e inclusive a disentir de las suyas. Eso es respeto y libertad. O debía desde el inicio establecer claramente que quienes no piensan o actúan como él no tienen cabida en su entramado social. Y que sería el supremo juez de ello.

Es altamente indicativo que en esa red se permita la presencia de movimientos extremistas, dictadores, anuncios de prostitución encubierta o específica dentro y fuera de las fronteras americanas, y con la otra mano se censure al presidente de los EEUU por expresar sus razones y sin razones.

No se puede jugar a ser objetivo para conseguir clientela para luego decantarse cuando se ha logrado cierto poder. Demuestra una visión muy estrecha y peligrosa, tan criticable como el comportamiento irresponsable de quienes fueron objeto de la censura.

La respuesta se dará seguramente en el campo económico en primera instancia, pero el peligro rampante detrás de esta irreflexiva censura requiere mucha ponderación y análisis. Quienes nos hemos opuesto a la censura en redes por parte de los gobiernos en America Latina tendríamos que tener el mismo criterio cuando el dueño de una multinacional decide por sí y ante sí bloquear a quienes les resultan antipáticos o tienen otras creencias. Por elemental coherencia.

Este es apenas el primer capítulo de un tema que tendrá muchas ramificaciones. Y lo que está en juego es bastante más importante que una simple censura. Tenemos que estar claros en esto.

Hago votos para que esta “sanción” sea revertida a la brevedad posible so pena de generar aún mayores inconvenientes para un público cuya libertad de expresión y privacidad está siendo invadida por los criterios de los nuevos pontífices de la opinión.

Difícil disyuntiva que supera los espacios y los nombres para convertirse en una forma más de coartar libertades personales por simpatía o antipatía del dueño del patio de juegos. Reitero la frase de Voltaire : «Puedo no estar de acuerdo contigo pero defenderé hasta la muerte tu libertad de expresarlo».

Más relacionadas