El golpista birmano, entre la ambición de poder y el miedo a la justicia

Bangkok.-Nadie sabe a ciencia cierta qué llevó al jefe del Ejército birmano, Min Aung Hlaing, a liderar el golpe de Estado del pasado 1 de febrero, pero algunos analistas apuntan a que sus motivaciones podrían oscilar entre la ambición de poder y el miedo a ser juzgado en el futuro por sus supuestos crímenes.

Fueron los mismos uniformados, que gobernaron con puño de hierro Birmania (Myanmar) entre 1962 y 2011, los que decidieron iniciar la transición hacia una «democracia disciplinada» con el fin de pacificar un día el país, donde algunas minorías étnicas llevan alzadas en armas desde hace décadas.

El misterio del golpe militar es aún mayor al considerar que el Ejército contaba con amplios poderes y una autonomía casi plena, al controlar el 25 % de los escaños del Parlamento y los ministerios clave de Defensa, Interior y Fronteras.

En cualquier caso, el general se ha encontrado con una resistencia de protestas callejeras, las críticas de gran parte de la comunidad internacional y nuevas sanciones selectivas aprobadas por Estados Unidos y probablemente por la Unión Europea pronto.

ATRIBUIDA ENEMISTAD CON SUU KYI

Algunos expertos han apuntado a la supuesta enemistad personal entre el general golpista y la nobel de la paz y líder depuesta del país, Aung San Suu Kyi, que arrasó en las elecciones del pasado 8 de noviembre y se encuentra bajo arresto domiciliario desde el golpe.

International Crisis Group, una ONG especializada en conflictos, dijo en un comunicado que en Birmania regía un acuerdo «de facto» para compartir el poder entre la Liga Nacional para la Democracia (LND) de Suu Kyi, en el poder desde el 2016, y los militares.

«La cohabitación ha sido delicada pero relativamente estable, aunque la relación entre las dos máximas figuras del país -Aung San Suu Kyi y Min Aung Hlaing- se sabía que era tóxica», afirmó la ONG, quien agregó que el general, que debía retirarse el próximo junio, no ocultaba sus ambiciones políticas.

Otra motivación detrás del levantamiento puede estar en el interés del general en seguir controlando los lucrativos conglomerados económicos del Ejército, con intereses en la banca, minas de jade y yacimientos petrolíferos, entre otros sectores.

Sin embargo, el analista y experto en Birmania David Scott Mathieson asegura que la explicación más fundamental es que los militares, y en particular Min Aung Hlaing, querían acaparar todo el poder.

«Creo que podemos especular durante horas las motivaciones de Min Aung Hlaing para dar el golpe, pero fundamentalmente no quería compartir más el poder con civiles y ver a su archienemiga Suu Kyi gobernar el país, a pesar de que arrasó en las elecciones», afirma Scott Mathieson en un mensaje enviado a Efe.

«Esto es una apropiación brutal del poder, a pesar de los intereses de Myanmar», señala el experto, quien califica a Min Augn Hlaing de «dictador».

«Suu Kyi no tiene ninguna responsabilidad por este golpe, en absoluto. Sin duda, ella es arrogante, fría y reticente al acuerdo, pero ¿por qué hacer un trato con un militar deshonesto que rechaza la voluntad popular, que ha sido abrumadamente clara?», agrega Scott Mathieson.

SUPUESTO FRAUDE ELECTORAL

Los ruidos de sables surgieron unos días antes del golpe cuando el propio Min Aung Hlaing denunció el supuesto fraude electoral cometido durante los comicios de noviembre, que ya fueron denunciados antes por el Partido de la Solidaridad y el Desarrollo de la Unión (USDP), la formación creada por la anterior junta militar antes de disolverse.

El USDP fue humillado en los comicios, al obtener solo 33 de los 476 escaños del Parlamento, mientras que la LND se hizo con el 83 % de los asientos.

Min Aung Hlaing ha justificado el golpe al asegurar que hubo al menos 10 millones de votos fraudulentos, más del 25 % del censo electoral, alegación que ha sido negada por observadores internacionales y la Comisión Electoral antes del levantamiento.

«Creo que la gente que salió a protestar en las calles contra el golpe es una prueba clara de que la mayoría votó por la LND», dice el activista birmano Kyaw Win, director ejecutivo de Burma Human Rights Network (BHRN), con sede en Londres.

«(El fraude electoral) es una acusación sin fundamento que los militares han fabricado para justificar el golpe. Hay un sistema legal y de tribunales (al que pueden acudir) si creen y tienen pruebas de que el Gobierno de la LND cometió cualquier fraude, pero no (deberían) derrocar un Gobierno elegido democráticamente», añade Kyaw Win en un correo electrónico enviado a Efe.

LA SOMBRA DE LA JUSTICIA

El activista birmano opina que Min Aung Hlaing pudo tener miedo a ser juzgado en el futuro por los supuestos crímenes cometidos por los soldados a sus órdenes, incluida la brutal campaña militar contra la minoría musulmana rohinyá en 2017.

Esta campaña, calificada de «limpieza étnica» por la ONU, está siendo investigada por presunto genocidio en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en La Haya, donde paradójicamente la propia Suu Kyi defendió en 2019 las acciones de los militares.

«Creo que (Min Aung Hlaing) teme que pueda ser llevado a juicio en el futuro por un Gobierno civil. Así que parece que la mejor solución que encontró es un golpe de Estado», asevera Kyaw Win. EFE

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