“Andrés, no mientas otra vez”

Diego Montalvo

Quito, Ecuador

En 1984, los presidenciables León Febres Cordero y Rodrigo Borja se vieron frente a frente. Si a cualquier ilustre ciudadano que se le pregunta lo más destacable de ese debate dirá la frase pronunciada por Febres-Cordero a su rival: “Míreme a los ojos, doctor Borja”. Las audiencias en una época visual y de poca lectura se quedan con frases fáciles, concretas y cortas. Así: “Andrés, no mientas otra vez” se quedará en la memoria de las audiencias quizá por mucho tiempo entre aquel encuentro entre Guillermo Lasso y Andrés Arauz.

No obstante, desde un punto de vista más amplio: ¿qué implica “Andrés, no mientas otra vez”? La parte literal es que la mentira ha sido la mejor arma del correísmo. Los hermanos Alvarado fueron genios de la Propagandia con tal de poder sostener una ideología de izquierda populista en el poder.

Si están por perder una elección, el verde flex, usó el fraude para poder acertar al candidato oficialista, eran expertos en hacer videos para desviar la atención a través de lo emocional y evadir la corrupción que machacó al gobierno del expresidente Correa. Los insultos estaban a la orden del día, así como los descalificativos y la falta de intercambio de ideas es una de las claves del socialismo. El periodismo no tenía la menor oportunidad de defenderse (y si lo hacía era mal visto).

El “Andrés, no mientas otra vez” es un fácil resumen del correísmo que va más allá de la magistral forma que tuvo Lasso de ganar la moral  a su contrincante —que dicho sea de paso tampoco exento de acusaciones de corrupción antes de entrar siquiera a Carondelet—. En son de broma un amigo me dice: “Arauz es un Pinocho”. “¿Por lo de mentiroso?”, pregunté yo. “No sólo eso, colega. Es que Lasso le hizo leña”. La risa se escuchó por el parlante del móvil.

Es evidente que además, parte de esa mentira fue la de volver a la corrupción y al robo como algo cotidiano. Por eso hemos perdido, casi, el asombro de tener un alcalde con grillete, Jorge Yunda, al que él mismo llama “albacea” así como la prefecta de Pichincha, Paola Pabón que también se enorgullece de tener un aparato abrazándole el tobillo y de ver el microtráfico en las escuelas como algo “normal” gracias a esa tabla de drogas aprobada por Augusto Espinosa, exministro de Educación y su Viceministro Freddy Peñafiel. No, Andrés… no mientas otra vez: el saqueo y el mal manejo de recursos no es normal ni defendible.

La estrategia política pocas veces va más allá de meras acusaciones para etiquetar un modus operandi de ciertos grupos políticos. El “Andrés, no mientas otra vez” también tiene un lado aún más escabroso que busca permanecer oculto: la muerte del  General Jorge Gabela, los pativideos, el caso de las ambulancias con sobreprecio de la exminsitra de Salud Caroline Chang, el ataque a Manuela Picq y a María de Lourdes Alcívar.

Existe una especie de “secta” o “bajos fondos” donde nadie puede ingresar y donde no existe ley ni orden. Así es el correísmo: una secta política que ha hecho del engaño su lema y de la mentira su estilo de vida.

Poco a poco la niebla electoral se irá disipando, gran porcentaje de los votos están ya decididos, al final habrá un ganador que llegará a Carondelet. No obstante, en Ecuador tenemos dos posibilidades: la democracia (Lasso) o el desacierto y la corrupción (Arauz). Sea como sea, los ecuatorianos sabemos una gran verdad y ésta es: “Andrés, no mientas otra vez”. 

Andrés Arauz, Guillermo Lasso, en el debate presidencial de segunda vuelta, el 21 de marzo de 2021.

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