Quito, Ecuador
De los estudios sobre la opinión pública se deducen las primeras condiciones que debe cumplir un líder o dirigente: compromiso, credibilidad y honestidad. El voto es la mayor expresión popular y al ser una disposición superior, corresponde al líder respetar, cumplir y hacer cumplir su mandato. De no hacerlo, el triunfo se transformará en una nube que se irá extendiendo en todo el país para desatarse en tempestades sin freno y destrucción irreparable.
En tal virtud, el líder debe separarse de quien provoca la desobediencia porque es un vacilo que impedirá cumplir las promesas de sacar al país de la pobreza, la insalubridad, la corrupción y la delincuencia.
Hay falsos líderes que fracasaron en sus aspiraciones de alcanzar las primeras magistraturas y ahora pretenden lograr el máximo liderazgo uniéndose a grupos antagónicos que fueron derrotados en las urnas. Estas ambiciones las deben frenar los líderes haciendo cumplir el sagrado compromiso firmado con el pueblo cuando el elector depositó el voto a su favor.
Las actuaciones éticas y correctas producen respuestas de la mayor satisfacción en la población. Tal es el caso de la elección de autoridades de la Asamblea Nacional cuya baja credibilidad con la que terminó, toma un nuevo rumbo con decisiones como la lograda al acatar la disposición del elector que triunfó en la segunda vuelta electoral.
Consecuencia: el próximo 24 de mayo, el Presidente Electo recibirá la banda presidencial de manos de la Presidenta de la Asamblea, una mujer amazónica que fue objeto de brutal persecución y encarcelamiento en años del Correísmo, cuya elección fue fruto de una alianza que busca el mejoramiento del país y no de grupos que pretendían negociar la elección de autoridades del Parlamento para restituir cuanto antes el liderazgo omnipotente; con disposiciones y reformas a las leyes vigentes que castigan a los corruptos privados de la libertad o son prófugos de la justicia, que se oponen a la lucha contra la corrupción y la recuperación de lo robado y no permiten la reinstitucionalidad del país impuesta por la Constitución de la Revolución Ciudadana.
Se vislumbra para bien del país una unión de poderes, con la prevalencia de liderazgos honestos que harán respetar a la opinión pública, evitando liderazgos indeseables. Esta debe convertirse en una práctica irrevocable hacia el futuro; de no ser así el pueblo que padece una situación de pobreza incontenible, con dos terceras partes de la población económicamente activa sin empleo pleno, con menos de 3 dólares diarios para poder vivir; en medio de una pandemia con 400 mil personas contagiadas y 20 mil fallecidas, sin medicinas ni vacunas, que tiene confinadas y en la desesperación a las familias, no va a permitir que se traicione su voluntad mayoritaria.
El más perjudicado y decepcionado sería el habitante que en más del 92% dice sentirse orgulloso de ser ecuatoriano pero decidido a no dejar que el país vuelva a ser destruido como se hizo durante 10 y más años. Ya no habla así solo el 53% que triunfó el 11 de abril de 2021 sino más del 70% que quiere vivir un Ecuador de paz y tranquilidad, de respeto y progreso.