Radicalismo

Simón Pachano

Quito, Ecuador

Los acuerdos deberían ser la tónica en un país que atraviesa una gravísima situación económica, sanitaria, social y política. Pero, acostumbrados como estamos a situarnos en los extremos —el de la confrontación por un lado y el de la unidad borreguil detrás de la palabra del caudillo, por el otro—, quedamos desconcertados cuando políticos de distintas tendencias expresan pareceres similares.

Es lo que sucedió frente a las coincidencias que fueron evidentes en los discursos del presidente de la República y de la presidenta de la Asamblea en el acto de posesión del 24 de mayo. Si bien un sector de la opinión pública aplaudió, porque vio en ello una pista que podría llevar a un trabajo conjunto de las dos funciones del Estado, no faltaron comentarios inclinados hacia la sospecha sobre oscuras componendas. Como es costumbre, acudieron a términos como traición o corrupción.

La alusión al pasado de persecución, la voluntad de abrir el país al mundo y el reconocimiento del diálogo como elemento central de la política fueron los ejes de los discursos de ambos mandatarios. Precisamente esos, por su alcance y su profundidad, fueron los que irritaron a algunos.

Las críticas llegaron sobre todo desde los sectores más radicales de la izquierda, aquellos que permanecen estacionados en el mundo de ayer (para parafrasear a Stefan Zweig, aunque su recuerdo no aludía a una situación aborrecible). Es inevitable y hasta comprensible que una parte de ese grupo —los que con su silencio y su obediencia evitaron el acoso y más bien disfrutaron de prebendas— añore ese pasado. Pero sorprende que quienes fueron víctimas ahora busquen amparo en las filas de sus perseguidores.

Las declaraciones del dirigente indígena Leonidas Iza ilustran perfectamente esa posición. De partida, pone distancia con Guadalupe Llori porque, siendo ella un símbolo de la represión al movimiento indígena, se convierte en un estorbo para el entendimiento de Iza con sus nuevos aliados.

Cuando el Gobierno apenas cumplía veinticuatro horas, ya aseguraba que se estaba firmando el acuerdo de libre comercio con Estados Unidos y que Ecuador se había adherido a la Alianza del Pacífico. Aunque no tuviera el título de ingeniero que ostenta, por el solo hecho de ser un dirigente social y político debe conocer que tratados de ese tipo no se firman de un día para otro. La negociación de esos instrumentos lleva años, porque cada país busca obtener los mayores beneficios y pagar los menores costos. Pero esos pasan a ser detalles insustanciales cuando se busca forzar la realidad.

El radicalismo que expresa a cabalidad ese dirigente se niega a comprender que Guillermo Lasso triunfó porque entendió, a partir de los resultados de la primera vuelta, que la sociedad quería acabar con la polarización. Su desplazamiento hacia el centro fue la clave de su éxito. Arauz pagó el costo de no poder liberarse del discurso amenazante y vengativo de su tutor.

Las primeras medidas de Lasso como presidente demuestran que acogió el mensaje y que está decidido a mantenerse en el espacio al que le condujo la decisión del electorado. Gran parte de Pachakutik, con la presidenta de la Asamblea a la cabeza, también lo ha entendido de esa manera. Sordo, ciego e iracundo, el radicalismo busca acallar el mensaje. (O)

  • El texto de Simón Pachano ha sido publicado originalmente en el diario El Universo, el 31 de mayo de 2021.
Ecuador, 24 de Mayo del 2021, Cambio de Mando Presidencial, toma de juramento y posesión como Presidente Constitucional de la República del Ecuador al señor Guillermo Lasso Mendoza a cargo de la señora Guadalupe Llori, Presidenta de la Asamblea Nacional. Fotos Equipo de Fotografía / Asamblea Nacional

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