Carlos Alberto Montaner
Miami, Estados Unidos
Cuba se ha convertido en un problema para la izquierda en todas partes, pero especialmente en Europa. No saben qué hacer con la Isla. El Parlamento Europeo (PE), el mayor del planeta, votó una resolución en la que se condena al gobierno del ingeniero Miguel Díaz-Canel por la represión ejercida contra los jóvenes del Movimiento San Isidro el 11 de julio pasado. Salieron por millares a protestar pacíficamente en unas 50 ciudades y pueblos de Cuba, ejerciendo un derecho constitucional, y el régimen, instigado por Díaz-Canel, los reprimió sin compasión. Fueron 426 votos en contra de la dictadura, 146 a favor y 115 abstenciones.
De los 146 votos a favor, casi la totalidad se escudó en el “bloqueo del imperialismo yanqui”. Ellos, y Diez-Canel tienen la certeza de que esa es una excusa tonta, pero la asumen porque es la única que poseen. Saben perfectamente que el sistema no funciona, pero no están dispuestos a cambiarlo porque perderían el poder y todos los privilegios.
El embargo consiste, fundamentalmente, en que no es posible concederle créditos a Cuba (esencialmente porque no pagan, como pueden constatar Japón, España, Argentina, Rusia y un largo etcétera ), pero el primer suministrador de comida y medicinas a la Isla es Estados Unidos. Sencillamente, el embargo no es verdad. No existe. No hay una prohibición de realizar transacciones con la Isla. Si Cuba pide el permiso de adquirir comida o medicinas se le concede el 99.9% de las veces. Lo que sí existe es el peligro de invertir en propiedades arrebatadas sin compensación adecuada a sus legítimos dueños. Algo que es moralmente correcto.
El Parlamento Europeo está compuesto por países fundadores, como Francia y Alemania, y naciones que consiguieron sacudirse el yugo soviético que formaron parte de ese mundillo siniestro, totalitario y bárbaro. La mayor resistencia al comunismo, claro, está en ese sector. Desde los tres países del Báltico, en el norte, hasta el sur de Bulgaria y Eslovenia, pasando por los checos del inolvidable Havel y los polacos de Solidaridad, donde comenzó a deshacerse el comunismo.
El infame pacto Ribbentrop-Mólotov de 1939, encaminado a desguazar Polonia y devorársela entre los nazis alemanes y los comunistas soviéticos continúa vigente en la memoria colectiva de los polacos. Algunos de los países que constituyen el PE, prohíben la existencia de partidos comunistas o fascistas, otros las permiten. Los comunistas europeos, hoy tratan de sobrevivir respetando las reglas democráticas y olvidando las recomendaciones marxistas de establecer una “dictadura del proletariado” durante un periodo que Marx no precisó.
Lo que queda del comunismo en Europa (menos en Bielorrusia, donde está vigente el estalinismo) es un partido que persigue con saña la “desigualdad de resultados”, que cree en el intenso gasto público como la Syriza de los griegos, y preconiza la planificación centralizada. Como ésa es la receta para un fracaso anunciado, Alexis Tsipras se hundió con ella, pero dejó un ejemplo en los cuatro años que gobernó del 2015 al 2019: los comunistas, al desprenderse del leninismo, y respaldar los Derechos Humanos, son confiables y democráticos. Por eso el viejo comunismo cubano, hecho de represión, de palo y tentetieso, es un grave dilema moral. Si lo apoyan es que no han aprendido la lección y son grandes hipócritas (como los comunistas de Podemos en España).
Hay una ley, firmada por Bill Clinton en 1996, llamada “The Cuban Liberty and Democratic Solidarity Act”, la ley Heims-Burton, que trata al gobierno cubano como un enemigo, que es lo que Fidel Castro quería y lo que se sintió siempre hacia sus vecinos del norte (como dice en una famosa carta a Celia Sánchez del 1958 escrita en Sierra Maestra), y que tiene su fundamento en las confiscaciones sin compensaciones de 1959 y 1960.
La ley es, realmente, generosa. Si Cuba deja de ser una excepción totalitaria en el mundo, y permite elecciones libres y multipartidistas, sin duda se acabarían las sanciones y habría ayuda para reconstruir a la nación cubana. Lo dice la ley. Lo asombroso es que Díaz-Canel y la cúpula dirigente, formada por personas generalmente inteligentes, saben que, o cambian el modelo político y económico, o continúan siendo unos miserables sin redención víctimas del sistema improductivo impuesto a la sociedad cubana. (Por eso los cubanos se lanzaron a las calles pidiendo libertad el 11 de julio).
Un sistema basado en el alquiler de médicos y otros profesionales en el exterior (a quienes roban más del 80% de sus salarios), e inversiones de lavadores de dinero extranjeros o nacionales, camufladas dentro de las copiosas remesas que Cuba recibía de manos de Western Union. Esto lo reveló el economista Emilio Morales, el gran experto en ese tema, cuando trató de explicarse las inversiones en hoteles de lujo, mientras la población pasa, literalmente, hambre.
Más tarde, con la salida de casi dos millones de personas de Cuba, y su instalación progresiva en EE.UU, concretamente en Florida, el embargo se mantuvo como una concesión a esos Cuban-Americans, dada la tradición política norteamericana de tomar en cuenta a las víctimas para la formulación de su política exterior. (Los judíos con relación a Israel, o los negros con relación a África son buenos ejemplos). Por eso demócratas y republicanos opinan que “los asuntos cubanos son una cuestión de política interna” de EE.UU. Realmente, lo son.
El voto del PE ocurrió mientras Díaz-Canel estaba invitado a México por el presidente Andrés Manuel López Obrador con motivo de la conmemoración de la Independencia del país. A AMLO le pasaron la cuenta los cubanos anticastristas que radican en México y la propia oposición mexicana. Vicente Fox (“come y vete, Fidel”) y Felipe Calderón del PAN, lo que queda del PRI decente –hay un PRI decente, créanlo o no los lectores-, y el entorno de algunos intelectuales nucleados en varias revistas literarias como Letras Libres del historiador y ensayista Enrique Krauze, a los que se agregan Jorge Castañeda, escritor y ex Canciller de México, autor de una valiosa biografía de Che Guevara, y Héctor Aguilar Camín, director de Nexos y escritor él mismo de textos muy valiosos. Es decir, a AMLO le ha salido el tiro por la culata. Lo tiene merecido.