Guayaquil, Ecuador
Las cifras presentadas en el programa Politicamente Correcto acerca de la situación laboral ecuatoriana son las siguientes: 51% de las familias ecuatorianas están en la informalidad. Solo 2.6 millones tienen empleo adecuado, las mujeres y los jóvenes son quienes necesitan más soluciones, pues el 31% de desempleados están entre los 25 y 30 años y las mujeres ganan $248 al mes frente a los $350 que gana un hombre.
Hay 2.2 millones que entran en clasificación de “otro empleo”. Solamente con esta información podemos corroborar que la situación laboral en Ecuador es insostenible, que el tema de reforma no responde a un sector sino a la necesidad absoluta de hacer las cosas de una manera diferente para obtener los resultados anhelados.
Que el 51% de las familias vivan sin remuneración fija, ni seguridad social, ni horarios establecidos de trabajo, ni estabilidad debería, por sí solo, desnudar el discurso politizado acerca de precariedad laboral.
Ese inmenso porcentaje ya vive en un mundo suficientemente difícil como para, encima, ser el blanco del discurso demagogo. Por eso cuando escucho voceros que descalifican planteamientos de flexibilidad laboral aduciendo ese palabra tan grande que es la precarización, realmente me pregunto ¿a quién responden sus intereses?
Pues si ya se vive con las cuatro características antes mencionadas es lógico que si a esa situación le añadimos remuneración fija y seguridad social la persona ya habrá mejorado de manera significativa su calidad de vida. ¿No se trata de eso, de mejorar la calidad de vida?
Sobre el tapete también está que el 84% de las plazas de empleo las ofrece el sector privado y el 15% las ofrece el sector público. }
Rescato otra cifra del programa, la tasa de empleo provista por el sector público llegó a estar en 19% para hoy verse disminuida en la cifra actual. ¿Por qué la disminución? Porque su creación fue un espejismo de políticas populistas insostenibles. Entonces, si es el sector privado es quien genera la abrumadora mayoría de plazas de trabajo ¿para qué insistir con un discurso manoseado en la politiquería para llegar a acuerdos de contratación que bien pueden desbloquear la salida de la crisis económica?
Solo se puede comprender estableciendo que ese discurso no pertenece a los intereses del desempleado, sino a una voz con intereses alternos.
Otro punto del que no se habla es que dentro de la reforma laboral debe existir la posibilidad contractual de mejorar las condiciones que no estén contempladas en el modelo de contrato. Si alguien es tremendamente bueno en lo que hace, también debe estar en capacidad de mejorar aspectos contractuales con su empleador. La mejor reforma es la que evita las trabas, establece acuerdos mínimos y fortalece la libertad contractual de las partes. Y si de acuerdos mínimos hablamos, dejemos bien firmado que la seguridad social es la que más debe a las partes involucradas.